MADRID, 10 Jun. (EUROPA PRESS) -
El campo de refugiados de Zaatari, en el norte de Jordania, es el hogar actualmente de unos 100.000 sirios que han huido de los más de tres años de conflicto en su país y todo apunta a que para muchos de ellos lo seguirá siendo durante bastante tiempo, de ahí el que hayan comenzado a proliferar los pequeños negocios con los que tratan de conseguir unos beneficios con los que subsistir.
Según ha explicado a Europa Press el portavoz del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Zaatari, Gavin White, en la actualidad, hay 3.500 negocios y "más de la mitad de los refugiados tienen algún tipo de ingreso informal", que se suma a la asistencia que les ofrecen las organizaciones humanitarias, principalmente en materia sanitaria, de educación y alimentaria.
Así, en la principal arteria comercial del campo, a la que los sirios han bautizado irónicamente 'Campos Elíseos', como la célebre avenida parisina, se pueden ver barberías, tiendas de teléfonos móviles y videojuegos, así como tiendas con ropa de segunda mano, incluidos vestidos de novia, y pequeños cafés y restaurantes.
Estos son solo algunos de los ejemplos de cómo los refugiados sirios de Zaatari tratan de rehacer sus vidas y buscarse una ocupación a la espera de poder volver a su país.
Abdul, que huyó junto a su familia de la violencia en abril de 2011 semanas después de que comenzaran las protestas contra el presidente Bashar al Assad, regenta una tienda en la que se venden entre otros relojes, perfumes y desodorantes, aunque su principal negocio es el oro. Según cuenta, más de cien personas pasan cada día por su tienda para vender sus objetos de valor.
Una refugiada siria lleva su compra mientras pasea por los Campos Elíseos, la principal arteria commercial de Zaatari. En los dos últimos años, el campo ha pasado de dar acogida a un centenary de familias, que llegaron en julio de 2012, a convertirse en la quinta ciudad de Jordania con una población de unas 100.000 personas.
Vestidos de novia expuestos en Hala Fashion. La tienda de ropa femenina vende pantalones, camisetas, lencería y alquila vestidos de novia por 35 dólares al día. Su propietario, Yusuf, de 22 años, huyó de Siria tras perder a sus familiars y amigos, asegura que las ganancias están cayendo a medida que aumenta el número de competidores.
Niños sirios juegan con videojuegos en una tienda. Sulaiman, de 28, que trabaja como gerente en el salon de juegos, asegura que uno de los juegos más populares es 'Counter-Strike' (contragolpe), en el que el jugador se une a un equipo terrorista o antiterrorista. Los juegos de ninjas y de coches también son muy demandados.
Zakaria, de 43 años, posa con una bandeja de mini pizzas en la pastelería Salam (paz). La popular tienda tiene cinco empleados y ofrece productos como 'man'oucheh' (sandwich), croissants y samosas, así como 'musakhan', un plato de carne, cebolla, especias y pan. Zakaria, que ha trabajado como pastelero durante 30 años, huyó de Siria en noviembre de 2012.
Niñas refugiadas sirias reflejadas en un espejo en venta en una de las tiendas. Lo que comenzó con algunas pequeñas tiendas que vendían ropa de segunda mano ha dejado paso a más de 3.000 negocios, entre los que hay unos cien de venta de teléfonos móviles.
Mohammed, de 31 años, vende jugo de tamarindo a un cliente en los Campos Elíseos. "A la gente no le gusta el polvo y el tiempo y beben más cuando hace calor", relata.
Refugiados sirios transportan a niños en una carretilla delante de tiendas en las que se vende equipos electrónicos, deportias, zumo y pañales. Miles de residentes recorren los Campos Elíseos desde primera hora de la mañana hasta tarde visitando restaurantes, tiendas de dulces y comiendo helados con los amigos.
Ahmed, a la izquierda, trabaja junto a Abdulá, de 14 años, en una tienda de móviles. Ahmed, de 19 años, huyó de la ciudad de Sawara debido a los constantes bombardeos y ahora trabaja los siete días de la semana descargando aplicaciones a los clientes. Un buen día puede ganarse unos 6 dólares.
Osama, de 31 años, a la izquierda, trabaja en una tienda de confección. Su propietario, Maher, explica que la tienda lleva tres meses funcionando. "En lugar de estar sentado sin hacer nada, abrí la tienda". Sus tres empleados hacen colchas, cortinas y cojines.
Hamza, de 43 años, posa delante de Zoby Nut Shop, tienda de la que es copropietario. "Tengo un niño y una niña de 5 años. Cuando los aviones pasaban por encima el niño empezaba a temblar. Para mí era difícil de ver", relata, explicando por qué huyó de Deraa, su ciudad natal.
Un refugiado en el supermercado Qasim Mall. Propiedad de Qasim Muqdad, de 30 años, la tienda está compuesta por ocho caravanas unidas por un suelo de cement. Qasim fue en el pasado propietario de supermercados en Kuwait y Siria y asegura que recibe entre 500 y 1.000 clientes al día.
Zapatos de mujer en una de las tiendas de Zaatari. Su propietario, Ahmed, dice que cada día unos 20 clientes acuden a comprar zapatos y que recibe suministros de unos 150 pares cada semana de un suministrador en Irbid. Según cuenta, gana entre 15 y 30 dólares al día, pero su mejor cliente es su propia mujer.
Musa, de 25 años, corta el pelo en la barbería Man to Man. Peluquero desde hace cinco años, lleva trabajando aquí desde hace ocho meses, pero la competencia es feroz. Mohamad, de 27, que tiene su propia tienda cerca está de acuerdo. "Hay casi cien barberías en Zaatari", explica.
Yusef conecta un cable al tendido electric de Zaatari. Yusef, que ya trabajaba como electricista en Siria, conecta entre una y cinco casas y tiendas cada día en el campo, cobrando a los clientes unos 5 dólares por servicio. "Mi sueño es ser capaz de volver a Siria", asegura.
Mohammed Rafaie, de 30 años, sirve 'shawarma' de pollo a un cliente. Lleva trabajando en su negocio desde hace tres meses y asegura que vende unos 500 bocadillos al día por entre un dólar y 1,5 dólares.
Mohammed Salamat, de 12 años, en el centro, hace pan en la tienda de su padre con otros niños. Mohamed, cuyo padre huyó de Siria por la pobreza y el conflicto, no va a la escuela porque dice que "no tiene tiempo". Cuatro niños trabajan en la tienda entre tres y cuatro horas al día y hacen tres tipos de pan.
Una joven pasa delante de una tienda en la que se venden las túnicas tradicionales árabes. Según el personal de ACNUR, todas las tiendas del mercado son ilegales pero toleradas, ya que el comercio genera oportunidades de negocio y un campo más dinámico.