TUNISIA, 13 Jul. (Reuters/EP) -
El primer ministro de Túnez, Habib Essid, se ha negado a presentar su dimisión y ha declarado que se someterá a una cuestión de confianza para dejar en manos del Parlamento si debe o no continuar al frente del Gobierno tunecino, después de que el presidente del país, Beji Caid Essebsi, haya exigido la formación de un nuevo Gobierno para hacer frente a los problemas económicos que atraviesa el país norteafricano.
El primer ministro tunecino se mantuvo firme en su decisión de no dimitir hace unas semanas, cuando Essebsi hizo pública su propuesta de formar un nuevo Gobierno de unidad, con el objetivo de acabar con el bloqueo político que está sufriendo en estos momentos la coalición que lidera el país.
"El primer ministro, Habib Essid, ha decidido acudir al Parlamento", ha declarado Essebsi en una comparecencia en la que se ha abordado la decisión de Essid de someter a votación su continuidad al frente del Gobierno.
La coalición parlamentaria que gobierna Túnez lleva meses teniendo graves dificultades para sacar adelante reformas efectivas para luchar contra la recesión económica que sufre el país. En junio de 2015, un atentado yihadista en un hotel en la localidad turística de Susa puso en el punto de mira los sistemas de seguridad de Túnez, un país cuyo principal motor económico es el turismo y que desde entonces ha sufrido un descenso drástico de la cantidad de turistas que acuden a la nación norteafricana.
Essebsi declaró el mes pasado que Túnez necesita un nuevo Gobierno que sea más "valiente y decidido" para llevar a cabo las reformas que necesita el país. "Es tiempo de cambio, es tiempo de audacia. Necesitamos una alternativa más valiente que aplique la ley y luche contra el desempleo", reclamó el presidente tunecino.
Se espera que los principales partidos de Túnez comiencen una ronda de negociaciones para estudiar los posibles candidatos a primer ministro, ya que es muy poco probable que Essid gane la cuestión de confianza a la que se someterá en las próximas semanas.
Túnez se ha convertido en todo un ejemplo de cambio democrático en el mundo árabe después de la revolución de 2011, en la que miles de manifestantes lograron derrocar al líder autoritario Zine El Abdine Ben Alí. Sin embargo, los problemas económicos y las altas tasas de desempleo han ensombrecido los enormes progresos políticos del país.