Religión, adrenalina o ganas de matar: 40 voluntarios occidentales luchan en Irak contra Estado Islámico

Voluntarios occidentales luchan contra Estado Islámico
ARI JALAL/REUTERS
Actualizado: domingo, 1 mayo 2016 15:16


MAJMUR (IRAK), 1 May. (Reuters/EP) -

Algunos lo hacen por sus convicciones religiosas, otros por la adrenalina, otros para ayudar y otros para saciar su sed de sangre. Ahora mismo hay en torno a 40 occidentales que se han sumado a la lucha contra Estado Islámico en Irak para luchar del lado de unas fuerzas kurdas, los peshmerga, que todavía no acaban de asumir la presencia de extranjeros en sus filas y que prefieren contar con armas y financiación en lugar de la llegada de voluntarios.

Estos voluntarios todavía no han participado en enfrentamientos cara a cara y su misión se limita a servir de apoyo en ataques aéreos y bombardeos de artillería contra las posiciones de Estado Islámico en el norte de Irak.

Muchos de estos voluntarios son ex militares que acaban enfrentados a un dilema: su fascinación por la cultura de combate de los peshmerga suele chocar con su comprensión de la vida cotidiana de los kurdos y la desafección de unas autoridades que han pedido en numerosas ocasiones a Washington mayor apoyo económico, finalmente concedido la semana pasada al alcanzar el Congreso un acuerdo para entregar a los combatientes kurdos 415 millones de dólares.

Sin embargo, a día de hoy las autoridades peshmerga prefieren desvincularse de la presencia de occidentales entre sus filas. "No hay ningún organismo formal dentro del 'ministerio' peshmerga", explica el secretario general del brazo político de las milicias kurdas, Jabbas Yawar, "que permita su presencia o les haya concedido permiso para estar en el país".

"A MÍ ME PARECE BASTANTE GUAI"

Uno de estos occidentales es Cole, un joven estadounidense de 23 años y 2,10 de altura, natural de Charlotte (Carolina del Norte), quien ha soerteado varios obstáculos para llegar al norte de Irak y apoyar a los peshmerga, fascinado por el mosaico cultural de la región.

"Hay gente que se toma un año sabático antes de ir a la universidad, y hay otros que simplmente hacen esto", explica Cole. "Quiero pasar tiempo aquí y aprender sobre la cultura, la gente y la historia de este lugar antes de regresar", añade. Su intención es permanecer hasta el próximo mes de octubre.

Cole reconoce que terminó de decidirse cuando le llegaron las noticias de que los peshmerga habían recuperado el pasado noviembre la ciudad de Sinyar, escenario en 2014 de una de las más salvajes matanzas cometidas por Estado Islámico, que ejecutó a entre 2.000 y 5.000 hombres, mujeres y niños de la minoría yazidí -- una antiquísima religión de raíces mesopotámicas --.

Las tareas de Cole se reducen por el momento a establecer controles de carretera y ayudar a los desplazados. Todavía no ha entrado directamente en combate pero sí ha participado en misiones de apoyo de artillería. "Las explosiones hacen que te tiemblen los dientes. La verdad es que es bastante guai", explica. Cole parece contento con su labor, aunque no entre directamente en combate. Precisamente esta falta de estímulo bélico acaba desalentando a bastantes voluntarios occidentales.

"Yo no estoy tan enfadado por todo como lo están muchos occidentales. Viajan aquí porque creen que van a matar a gente por toneladas, pero luego descubren que no es lo que se esperaban, y se marchan" cuenta el joven, quien dejó su trabajo de transportista de materiales peligrosos para sumarse a la lucha contra los terroristas. Otros participantes occidentales coinciden con su apreciación.

"UNA GUERRA MUNDIAL EN MINIATURA"

"Ahora mismo esto consiste en aburrirse en el frente y lanzar artillería y morteros todo el rato", exoplica el también voluntario estadounidense Ryan O'Leary, nacido en Iowa hace 29 años, divorciado, quien decidió regresar a Irak hace un año tras completar un primer despliegue como militar del Ejército estadounidense.

O'Leary, con todo, ha visto más acción. Junto a otros dos ex militares estadounidenses dice haber participado en emboscadas a islamistas que se han saldado con la captura de "decenas de combatientes de Estado Islámico".

"Es fascinante, es como una especia de guerra mundial en miniatura porque te encuentras con gente de todas partes que han venido a un lugar centralizado para combatir", relata.

Otros occidentales han preferido sumarse a la lucha por motivos religiosos que les han llevado a unirse a milicias cristianas como los Dwekh Nawsha, colaboradores de los peshmerga en localidades asirias de la provincia de Nínive. Y otros, simplemente para matar, reconocen algunos de los voluntarios entrevistados. Afortunadamente, muchos de estos "alborotadores y criminales" son rápidamente identificados por su falta de empatía hacia sus compañeros de armas y su desgana a la hora de comprender la idiosincrasia de la región.

"Hay uno al que le dieron la patada de su unidad hace dos días. Le metieron en un avión sin billete de vuelta. Nunca terminó de entender esta cultura", concluye O'Leary.

Más noticias

Leer más acerca de: