Una de las colas que se forman en Casa Hernanz, alpargatería clásica de Madrid. - EUROPA PRESS
MADRID 31 May. (EUROPA PRESS) -
Saliendo de la Plaza Mayor, al bajar la calle de Toledo, se esconde bajo la sombra de un toldo Casa Hernanz, una mítica tienda de alpargatas que lleva funcionando desde 1845, hace justo 180 años, sin parar de vender y generando colas de varias horas al sol en verano.
Con la llegada del calor, la cantidad de personas que se acercan hasta la alpargatería aumenta, sobre todo los sábados. Marta Hernanz, miembro de la familia y trabajadora de quinta generación en la tienda, ha contado a Europa Press que el producto que venden es especial porque se sigue trabajando con él "como se hacía antes".
Hechas de yute, una planta herbácea fibrosa, las alpargatas de los Hernanz se han fabricado siempre en España. A mano, tratan de mantener la "esencia" con piel, algodones y lonas de procedencia nacional. Aunque sí se conserva la base del procedimiento original, Marta ha puntualizado que "obviamente hay procesos que se han mecanizado" como el hecho de poner la goma en la suela, "que ahora ya no se hace como antes".
Sin parar de atender la incesante llegada de clientes, la joven Hernanz ha recordado como han cambiado las cosas desde el inicio de la travesía alpargatera. Y es que a mediados del siglo XIX, cuando empezaron a funcionar, la actividad principal en la capital era la agrícola, por lo que calzados de esparto, más resistentes, se vendían casi en exclusiva a trabajadores de este sector.
El paso de las décadas ha afectado a la ciudad, y con ella a las necesidades de la gente. La variedad de productos que se encuentran en Casa Hernanz hoy en día hace casi imposible enumerarlos todo. En las estanterías se pueden apreciar "desde la plana básica de toda la vida" hasta "tacones para novia" u opciones para "irte a la playa con ellas".
"Vale para todo, desde ir a la playa o estar por casa a casarte, ahí tienes una infinidad de posibilidades. Es muy bueno", ha defendido la joven sacando pecho del legado familiar.
SOPORTAR EL CALOR POR TRADICIÓN
Al salir de la tienda, fuera de los efectos del aire acondicionado, la intensidad del calor hace mella en las decenas de personas que esperan para conseguir sus alpargatas. Mercedes, una madrileña, llevaba una media hora de cola cuando ha contado a Europa Press que merece la pena el esfuerzo por repetir una tradición personal de "muchísimos años".
En la década de los 70, cuando Mercedes era más joven, la fila que ahora se aprecia no se daba. "La conocemos (la tienda) de cuando no existían estas colas. Y veníamos ya entonces a comprar las zapatillas de esparto y otro tipo de alpargata, que es lo típico", ha recordado.
Desde hace algunos años la expectación ha ido creciendo y los motivos por los que acudir a Casa Hernanz han variado. Esperando a entrar, se dejan caer personas que traspasan las fronteras de la Comunidad de Madrid.
CHINOS, BRASILEÑOS, PERO MAYORÍA DE MADRILEÑOS
Un grupo de cuatro turistas chinos ha confesado que "simplemente" han visto la fila de gente y se han unido a al evento por curiosidad. Sin ni siquiera conocer lo que les esperaba dentro, han realizado una hora de cola "por la experiencia".
Algo parecido le ha sucedido a un matrimonio de visitantes brasileños, que ha dudado hasta el último momento si tenía sentido aguantar el calor dejando de lado otros atractivos de la capital. "No sabíamos que esto existiera, pero si es una tradición no nos queda otra que probarlo", han dicho.
Más allá de los perfiles peculiares, el público que prima en la alpargatería es el de madrileños de toda la vida. Dos mujeres mayores, las dos llamadas María, acuden todos los años a la cita para "renovar" la elección del verano anterior.
"Mira, estas son del año pasado. Oye, y están como nuevas", ha reseñado entusiasmada una de ellas quitando importancia a las adversidades del proceso y defendiendo esta forma de comercio tradicional. "Te las pruebas, te atienden siempre. A mí me gusta comprarme las cosas en el sitio", ha zanjado.