Archivo Histórico Nacional. - ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.
MADRID, 8 Dic. (EUROPA PRESS) -
El Archivo Histórico Nacional (AHN), con sede en Madrid, custodia uno de los mayores tesoros documentales de Europa: 45 kilómetros de estanterías que reúnen más de un milenio de historia. En ese vasto océano de papeles, desde el año 687 hasta hoy, un equipo de archiveros trabaja en silencio para sostener la memoria escrita del país.
"Yo lo llamo el océano de la memoria", cuenta a Europa Press su director, Juan Ramón Romero Fernández-Pacheco, quien señala que navegar en él no es fácil: buscar, guardar, encontrar... y que otros encuentren. La metáfora no es exagerada.
A su alrededor, 45 kilómetros de documentos, desde pergaminos del siglo VII hasta expedientes contemporáneos generados en plena era digital. Casi 200.000 pergaminos, 20.000 planos, códices medievales, correspondencias de Estado, fondos nobiliarios, documentación de las órdenes religiosas, papeles de presidentes del Gobierno, mapas, dibujos, testimonios judiciales y administrativos.
"Tenemos documentos de cualquier siglo y de cualquier lugar del mundo", explican los trabajadores. Cabe recordar que en este espacio se entrelaza el trabajo de archiveros, restauradores, digitalizadores e investigadores para preservar la riqueza documental estatal.
Fundado en 1866, el Archivo Histórico Nacional ha tenido tres sedes, tres vidas. En la primera, fue la respuesta a un problema gigantesco: el aluvión documental generado por las desamortizaciones del siglo XIX, que hizo pasar al Estado miles de fondos procedentes de monasterios y órdenes religiosas.
Su primera sede estuvo en la calle León, junto a la Real Academia de la Historia. En 1896, ya desbordado de documentos, se trasladó al recién inaugurado Palacio de Bibliotecas y Museos, donde sobrevivió a la Guerra Civil custodiando fondos que llegaron en plena emergencia, al igual que la Biblioteca Nacional o el Museo Arqueológico.
Desde 1953, el archivo vive en su ubicación actual, un edificio construido ex profeso dentro del complejo del CSIC que guarda documentos de todos los territorios del antiguo imperio y que conserva piezas que van de la Edad Media al siglo XXI.
El AHN conserva así documentación administrativa del Estado de los siglos XVIII, XIX y XX, pero también un universo de fondos privados y eclesiásticos que abarcan desde la Edad Media. Parte llegó por transferencia regular; otra, por compras, donaciones o depósitos.
LAS JOYAS QUE ESPERAN A SER REENCONTRADAS
A diferencia de otros archivos estatales, el AHN nació para preservar la memoria de instituciones desaparecidas, hacerlo accesible y garantizar su estudio. Y esa función se ha mantenido intacta durante 160 años.
A veces, un documento dormido durante siglos despierta. No porque el archivo ignorara su existencia, sino porque su valor histórico cambia o porque un investigador lo mira con otros ojos. "Los descubrimientos en los archivos son como descubrir América: América ya estaba allí; quienes vivían allí sabían que existía", explica el director del centro.
Es el caso de la documentación relacionada con las mujeres, que pasó "desapercibida" para las gentes del siglo pasado y de comienzos de siglo, pero que de ningún modo pasan desapercibidas hoy a nuestros ojos. María Isidra Quintana de Guzmán fue la primera mujer con el grado universitario de Doctora en España, lo consiguió en el siglo XVIII, "algo inédito porque las mujeres en España no pudieron ir a la universidad hasta 1888".
"Tuvo que llegar alguien con una determinada sensibilidad de género para decir que esto es importante, esto es una mujer consiguiendo un grado de doctor a finales del siglo XVIII. Pues eso continúa pasando constantemente", remarcan.
Durante la visita de esta agencia de noticias a sus instalaciones, los trabajadores muestran tres 'joyas' cuyo valor es incalculable. La licencia de impresión del Quijote es, quizá, el documento más deslumbrante de la casa.
El expediente completo por el que Miguel de Cervantes solicita al Consejo de Castilla "licencia y privilegio" para imprimir la primera parte del Quijote. Firmado de su puño y letra. Sin ese permiso, la obra nunca habría visto la imprenta.
Los archiveros del AHN llevaban décadas señalando, clasificando y marcando todas las referencias a licencias y privilegios literarios. Esa labor permitió a un investigador localizar el expediente en los años 2000 en los legajos de la escribanía del escribano Gallo. Un hallazgo histórico, sí, pero sostenido en un trabajo previo silencioso, metódico e imprescindible. El archivo sabía dónde mirar; el investigador lo rescató para la historia.
Por su parte, la dimisión de Azaña, publicada en la Gaceta de Madrid en 1939, era conocida, pero el original manuscrito se consideraba perdido. Hasta el año 2020.
El razonamiento archivístico fue clave: ¿ante quién dimite un jefe de Estado? Ante las Cortes. ¿Quién presidía las Cortes de la República? Diego Martínez Barrio. ¿Dónde están sus papeles? En el Archivo Histórico Nacional, por depósito desde 1980 y donación desde 2018.
Entre las cajas de sus memorias inéditas del exilio, apareció la carta, manuscrita y firmada en Collonges sous Salève, que marca simbólicamente el final de la República y el inicio de la dictadura.
Hace apenas unas semanas apareció en sala un documento que corresponde a una carta otomana de 1650 firmada en oro por el sultán, única en España. El AHN la tenía inventariada, pero no identificada en toda su excepcionalidad. Ahora está en proceso de restauración. "Esto es arqueología. Seguimos excavando, y siguen apareciendo cosas", explican los trabajadores a Europa Press.
EL OFICIO: ENTRE LA DISCRECIÓN Y LA TENTACIÓN DEL TESORO
La labor de los archiveros es tan técnica como humanística: exige conocer la historia del derecho, la legislación de cada época, el funcionamiento institucional, paleografía, lenguas antiguas, diplomática y, además, vocación de servicio público.
No se trata de acumular papeles, sino ordenarlos, describirlos, contextualizarlos y orientarlos. Prestar atención a la conservación (temperatura, humedad, ventilación). Ese conocimiento en capas permite guiar al investigador sin lanzarlo a ciegas sobre 45 kilómetros de documentos.
El oficio tiene una máxima en latín: 'sic pos non movis'. Trabajan para que otros encuentren. El archivero es así un mediador, un orientador y, sobre todo, un conocedor del funcionamiento de las instituciones de cada época.
¿Y la tentación? ¿Qué pasa con el "mi tesoro" del archivero que se topa con algo extraordinario? Pues que simplemente, no ha lugar. "No trabajamos para nosotros, trabajamos para la sociedad, 'sic pos non movis'".
Por eso, cuando aparece un documento excepcional, el proceso es siempre el mismo: registrar, conservar, orientar, poner a disposición. El análisis histórico y la gloria del descubrimiento siempre pertenecen al investigador.
UN ARCHIVO QUE ES DE TODOS
Cualquier persona del mundo, con un documento de identidad, puede consultar documentos en el AHN. El acceso es libre: investigadores, ciudadanos que buscan un expediente familiar, estudiantes, curiosos. Eso sí, los originales solo se sirven cuando no están digitalizados, por motivos de conservación. La mayor parte de los usuarios hoy accede desde casa gracias a PARES, el Portal de Archivos Españoles.
Los archiveros admiten que su trabajo sigue siendo desconocido. Pero también saben que custodian la memoria colectiva, que nada de lo que saben es "suyo", y que su obligación es ponerlo todo al alcance de la sociedad. Porque siglos después la vocación sigue intacta, 'sic pos non movis': abrir, conservar, orientar. "Porque esto no es nuestro: es de todos", recuerdan.