El artesano que hizo la cadena que rodea el exterior de la Capilla de los Vélez:¿le arrancaron los ojos o fue degollado?

Cadena de la Catedral de Murcia
EUROPA PRESS
Actualizado: jueves, 1 noviembre 2018 11:32

MURCIA, 1 Nov. (EUROPA PRESS) -

Diversas leyendas y derrumbes recrean la historia de la legendaria cadena que rodea el exterior de la Capilla de los Vélez, de la Catedral de Murcia, según cuenta el cronista oficial de Murcia, Antonio Botías.

Según la tradición, la famosa cadena fue tallada en una sola pieza y al autor de esta maravilla arquitectónica le costó muy cara su maestría. Una leyenda mantiene que fue degollado para evitar que construyera otra cadena semejante. En cambio, hay autores que advierten, con igual rigor y escasos argumentos que los demás, de que al desdichado le extirparon los ojos.

Como un centinela histórico, la enigmática cadena de la Catedral viene avisando a la ciudad del estado del edificio que ennoblece. Casi ha sido más veces noticia por sus desprendimientos que por su origen, aún incierto en lo que a su autor se refiere. Pero allí se mantiene, abrazando a la Capilla de los Vélez y viendo pasar por debajo de ella a generaciones de murcianos.

La capilla pertenece al último periodo del gótico, denominado gótico flamígero, la exageración del gótico florido. Construida a expensas de Juan Chacón, adelantado del Reino de Murcia y señor de Cartagena, la concluyó su hijo, Don Pedro Fajardo, marqués de los Vélez, a comienzos del siglo XVI.

Cualquiera puede leer la inscripción que así reza en la capilla. De la obra escribiría Baquero Almansa que 'la piedra no parece tallada a golpe, sino sólo a dedos o palillos, como si fuera cera'.

Si el interior es una exuberante labor de talla que lo cubre todo, en el exterior se consiguió un efecto de severa magnificencia, donde predominan las superficies desnudas. Así, de forma decagonal y en diferentes alturas, campean los escudos de los Fajardos y los Chacones, circundados por la cadena.

La leyenda del castigo injusto al anónimo artesano de la cadena está tan arraigada en la mentalidad popular que ya durante el siglo XIX se hacían eco de ella los periódicos regionales.

El Diario de Murcia, en una edición de octubre de 1884, se burlaba de la costumbre del murciano de mantener viva la fábula, como igual de vivos se mantienen cuentos similares en otras catedrales europeas. De paso, señalaba que la obra "no tiene gran mérito artístico, pero sí supone cierta grandiosidad respecto del pensamiento del autor. El vulgo, sin embargo, le da mucho mérito".

Leyenda sobre leyenda, durante siglos se ha mantenido que la cadena fue tallada en un solo bloque y que nadie conoce su principio ni su final. De hecho, a muchos se les proponía el curioso entreteniendo de encontrar el eslabón de cierre, distracción que aún hoy aparece en alguna guía turística.

Bernardo Espinalt, en su obra Atlante Español, cuyo primer tomo se publicó en 1778, recogió una descripción de la cadena, que "tiene 200 varas de longitud y es gruesa como el cuerpo de un hombre, la cual es el embeleso de los extranjeros".

Casi copia la descripción que hiciera Álvarez de Toledo, X marqués de los Vélez, durante el viaje a sus posesiones de los reinos de Granada y Murcia (octubre, 1769-enero 1770): "Está adornada con varios escudos de las casa y la circunda una cadena maravillosa de piedra que es el embeleso de cuantos la ven".

En el Atlante también consignará que Murcia tenía entonces unos 5.000 vecinos y que en la Catedral, entre otras reliquias, "se conservan cuatro cuerpos de las 11.000 vírgenes". Aquel mismo año, el corregidor convocó a los murcianos a una reunión de urgencia, en su propia casa, para rogarles que pusieran faroles en las calles. Sólo seis casas en la calle Platería accedieron al ruego.

En el año 1934, la Dirección General de Bellas Artes abordó la restauración de la capilla y su exterior y fueron completados los eslabones que se habían desprendido. Al año siguiente, el semanario satírico Don Crispín, criticando el retraso en las obras, anunció que "mañana le pondrán a la cadena (perpetua) el último eslabón".

El 6 de junio de 1986 volvió a desprenderse una parte de la obra y se anunció una nueva restauración, que consistió en la inyección de resina a la piedra arenisca que la compone y la colocación de barras de acero inoxidable para sujetar esta gran estructura.

Para comprobar las dimensiones descomunales de la cadena existe en el Museo de la Ciudad una réplica de dos eslabones, que en su día realizara el Centro de Restauración de la Comunidad Autónoma.