Actualizado 10/10/2007 02:00

Agustín Jiménez.- Fauna cañí

MADRID 10 Oct. (OTR/PRESS) -

Entre Zapatero y Rajoy hay enormes diferencias: el primero se equivoca con frecuencia, el segundo no acierta nunca; a uno lo asaltan las ocurrencias, al otro nunca se le ha ocurrido nada. Dicho esto, ambos son productos entrañables de nuestro terruño como el vino de Jerez o las gambas al ajillo. Ahora se pelean por la banderita española o por la propiedad de la monarquía como dos variedades de patatas pugnan por obtener la denominación de origen. La gente les vota por igual para recocijo de las encuestas (¡uy, que te pillo!, ¡ay que me pilla!), eligiéndolos según las misteriosas afinidades de cada cual, por razones tan respetables como las que mueven a elegir el color de la moqueta. Previsiblemente, cada uno cuenta con personas decentes, con tres o cuatro cerebros y con una proporción constante de personas mucho más discretas. Siguiendo la conocida ley de Cipolla, todos los grupos sociales, incluidos el de los receptores de premios Nobel, mantienen una proporción similar de tontos. Schopenhauer entendía que las diferencias de religiones se explicaban por las diferentes aclimataciones geográficas: el suelo del sur de Alemania producía católicos y en el norte se daban mejor los protestantes. A las masas políticas les pasa algo así. Si las dos fuerzas nacionales de España se pelean con tal denuedo, es porque a unos y a otros nos une una común, tradicional y entrañable mala leche. Si ambas se vituperan con tanta saña, es porque compartimos el tremendismo de los púlpitos, sustituidos modernamente por las antenas de radio.

Claro que hay cosas peores. Ahí esta Polonia (que, no se sabe por qué, es sinónimo de Cataluña), en una de cuyas prisiones dormitaba el príncipe de "La vida es sueño". "La acción sucede en Polonia, es decir, en ninguna parte" -comenzaba el "Ubu Rey" décadas antes de que, en el mismo parto, nacieran los gemelos Kaczinski-. Y más allá queda Rusia, donde expertos malintencionados (el último Fedorovski) ven cada noche el fantasma de Stalin, que de día se reencarna en Putin. Hay situaciones terribles (Birmania: el otro día amenazaron a Stallone, que rodaba su enésimo "Rambo") y escenas mucho más chuscas de las que puedan imaginar las administraciones nacionales. Así, en Bélgica acaban de subir la gasolina para pagar los biocarburantes; la única pega es que éstos no existen en Bélgica ni pueden importarse de fuera. Que en situaciones límite, un país se considere o no sumido en el caos, es cuestión de percepción. Italia, inventora del gran urbanismo y de la democracia sibilina, no ha conocido un solo gobierno estable. Imaginen el canguelo que, en un desorden así, sentiría Mariano Rajoy, ese pedazo de líder.

Quien, al menos, debería reconocerle a Zapatero más proyección internacio. Éste construyó un puente de plata a Rodrigo Rato, el único aznarista que le podía hacer sombra. El método es tan bueno que se lo ha copiado el mismísimo Sarkozy. Strauss-Kahn, el sucesor de Rato en el FMI, era el único miembro preparado del mohino socialismo francés.

Agustín Jiménez.

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