MADRID 2 May. (OTR/PRESS) -
Recalcan sus detractores que no tiene ni idea. Los amigos de Zapatero reconocen que gobierna de oído, pero es porque goza de uno bueno. Afortunadamente, el único aspirante a echarlo, compareció hace poco ante cien españoles sin piedad y los dejó turulatos con nuevas ideas: España debe imitar a China y a la India; la principal asignatura de las escuelas, por delante del español, es el inglés; todos los problemas se arreglan aplicando la regla trinitaria de los derechos, los derechos y las obligaciones, explicó sin aclarar qué diferencia ve él entre derechos y obligaciones; y así. La tendencia al despiste de los gobernantes es general. Obsérvese cómo han engordado desde el principio de la campaña los programas de los dos candidatos finales de la presidencia francesa. El de Ségolène sigue sin estar claro, Sarkozy ha ido incorporando todas las barbaridades que podían halagar a los electores más temibles. En la primera vuelta, un 20 de franceses votaron a la extrema izquierda o (más del 10%) a la extrema derecha; a éstos se ha dirigido con pasión la voz centrista de Nicholas Sarkozy. No es de extrañar que Le Pen, malvado pero no tonto, anime a la abstención. Sin los votos de la extrema derecha -derecha que incluye a los obreros, que votaron en primer lugar por Le Pen - Sarkozy igual no sale. Con distintos resultados y efectos colaterales, ciudadanos de otras latitudes se quejan de la falta de programa, programa, programa de sus dirigentes. En Israel quieren cepillarse al primer ministro porque una investigación ha concluido que desencadenó una guerra sin ningún plan estratégico. Claro que las guerras sin estrategia (ni principios) tienen antecedentes británicos y americanos. De Blair se rumoreaba que lo echaban esta semana, y a Bush esperemos que le queden pocos telediarios. Por distintas razones, las grandes instituciones internacionales no las protegen tampoco cabezas preclaras. Importantes países europeos quieren que Paul Wolfowitz se largue por indecente del Banco Mundial. Como es natural, Wolfowitz se defiende de la campaña orquestada por la que subió el sueldo inmoderadamente a su novia y pide que le dejen tiempo para ahorrar y comprarse calcetines. Cuando tuvo que quitarse los zapatos en su visita a la mezquita de Estambul, comprobamos que tenía los dedos al aire, como aquel personaje trágico de 'Los hermanos Karamazov'. A propósito de Estambul, el primer ministro turco quiere hacer presidente a un islamista. La gente laica protesta. Desde fuera, lo aterrador es que los más acerbos defensores del laicismo turco sean los militares. ¿Cómo elegir? Y, si volvemos los ojos hacia los no laicos en busca de una idea firme, también podemos llevarnos chascos. Es lógico no comulgar intelectualmente con la Iglesia Católica, pero sus dogmas iban a misa. Ahora, sin consultar a los afectados, la Iglesia ha dejado en la calle a los millones de niños sin bautizar que estaban de okupas en el Limbo, institución que, al parecer, no es legal y como tal va a ser derribada. Con la de políticos que se podrían mandar al Limbo.
Agustín Jiménez