Actualizado 31/10/2007 01:00

Agustín Jiménez.- Los socavones del cielo

MADRID 31 Oct. (OTR/PRESS) -

Hasta los primos de Rajoy han oído hablar de Superman. El heroico volatinero irrumpió en el cielo en 1938, en plena guerra civil española. Una exposición en París y un titular provocador de "Le Monde" han condensado la idea generalizada de que Superman, como Batman, como La Masa, como Spiderman, son sucesores del Golem, el muñeco con que un rabino de Praga protegía a los suyos en el siglo XVI. En todo caso, los grandes dibujantes de América (Lee, Kane, Kirby, Eisner...) eran judíos.

Cuando estos maestros dibujaban sus garabatos, arreciaba en Europa "la cuestión judía". No sólo la plantearon los alemanes, gente tradicionalmente interesada por la solución de problemas. También los católicos extremos. Un católico de derechas francés no es necesariamente tan bruto como sus homólogos de otros países. Georges Bernanos fue un escritor católico inmenso. Se fue de Mallorca horrorizado de la cruzada bárbara de Franco. Más tarde, lamentando herir a sus amigos judíos, insistió en la idea de que considerarse pueblo elegido no era menos racista que considerarse raza superior.

Las víctimas de un campo de concentración, obra maestra de la ingeniería germana, han merecido este año el premio "Príncipe de Asturias". Todas las víctimas son sagradas, aunque los judíos afirmen que sólo cuentan las suyas. Coincidiendo con el premio, el pueblo elegido cortó el suministro de energía a los pobres de Gaza. En Jerusalén, arguyen que desde Gaza les tiran cohetes. ¡Cuántos misiles no ha tirado sobre sus vecinos, pecadores y justos, el Superman israelí!

Por su parte, continuadores de la cruzada de Franco han premiado en Roma con un título celeste a un montón de de almas, que puede que lo merecieran. Antes que octavo poder económico, España es la primera potencia mundial en producción de santos. La jerarquía se esmera con sus jubilados. También con los jubilados ajenos. Enternece imaginar a un cura absolviendo a los fusilados después de bendecir a los asesinos. Según Galdós en los "Episodios nacionales", en las guerras carlistas -seguramente pasó también después-, los castrenses que asistían en las ejecuciones confesaban primero a los oficiales condenados; pero, si tenían tiempo, también a la tropa.

El ministro Cascos inició los socavones del AVE a la altura de Aragón. La ministra Álvarez ha progresado: los socavones ya llegan a Barcelona. Pero más socavones tiene el cielo, con tantísimo justo justiciero. Sin duda preparan Halloween. La comunión de los santos les parecía una teoría demasiado poética. Les gusta más la iglesia de los muertos vivientes.

Agustín Jiménez.

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