MADRID 15 Ago. (OTR/PRESS) -
Karl Rove ha dimitido de su cargo de supremo asesor entre abrazos emocionados del matrimonio Bush. Dice que quiere dedicar más tiempo a su familia. A Rove le achacan la iniciativa o la estrategia de gran parte de las guarradas que tanta fama han dado a Estados Unidos, pero, si decidiera adoptar un niño, recibiría todas las facilidades. Richard Nixon, un tipejo anterior responsable de diversas barbaridades, lamentaba que no hubiera obras de teatro decentes que presenciar con su familia. Nixon era un tramposo, tiraba bombas y, como Karl Rove, estaba preocupado por los valores morales. Un cretino supersticioso creerá que estos desgraciados ejemplares de la raza encarnan el Mal absoluto. Dos corolarios más prosaicos son que Bush siempre estuvo rodeado de sinvergüenzas y que, en cuanto un analfabeto beaturrón empiece a lanzar diatribas contra el relativismo moral, hay que echar a correr. "El que mantiene su locura con el asesinato, es un fanático", apunta el gran Voltaire, que no han leído pero que no les hace ni pizca de gracia.
Será una apreciación racista, pero ¿qué pueden entender de filosofía los empresarios de Texas? El mundo conservador -incluido el español, otra vez tocando de oído- argumentó que, tras los disparates americanos, latía una escuela de pensamiento brillante. Leo Strauss, por citar a su autor más célebre, no era Kant pero tampoco un necio, e inicialmente planteó las preguntas adecuadas, esas que se discuten desde Parménides: cómo decidir entre la verdad y la opinión, y cosas así. Pero lo interesante de un filósofo son sus preguntas, no sus respuestas. En cuanto se ocuparon de aspectos prácticos, desbarraron. Fukuyama acabó con la Historia con igual contundencia con la que Rove acabó con el terrorismo; Allan Bloom ("The closing of the American mind") explicó que el nihilismo de Woody Allen provenía de los alemanes (¡Pobre Ratzinger, que es de la misma cuerda!). Ávidos de respuestas claras, los neocons echaron de escena a los representantes más sensibles de Occidente: a los filósofos de la ilustración, a Nietzsche, al mismo Spinoza, el primer liberal, el ateo que entendió que "nadie puede odiar a Dios". Y no se limitaron a las palabras.
En julio, el Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz publicó en Estocolmo su informe anual. 46% de los gastos mundiales de armamento corresponde a Estados Unidos (a China, el 4%). El coste probable de la guerra de Irak será de 2.267.000.000.000 dólares, cantidad suficiente para que caigan las bolsas en todo el mundo y que se podría haber invertido útilmente en la zona que Rove quería convertir a su democracia. Lo dicho: ¿qué puede entender un empresario de Texas?
Agustín Jiménez.