MADRID 9 Jun. (OTR/PRESS) -
Sé que lo que voy a decir no le va a gustar a casi nadie, pero la vuelta a la prisión de De Juana y el encarcelamiento de Otegui me producen una cierta desazón moral. No se trata de que considere a estos dos individuos inocentes, en absoluto. Para De Juana no me quedan adjetivos porque me parece uno de los seres humanos más abyecto con los que he compartido mundo, y de Otegui me separa tal distancia, que ni me esfuerzo ya en comprenderle. Pero justo porque estoy al otro lado de esa frontera, la prisa por devolver a De Juana a la prisión y el cambo radical de la fiscalía sobre los delitos del batasuno, siendo todo lo legales que se quieran, me rechinan, me suenan a venganza y si mi yo mas terreno lo acepta y hasta es posible que lo aplauda, ese fondo de ética que suena débilmente al final de todo, me dice que "así, no". Y tiene razón, no es esto como tampoco fue lo anterior, y malo es intentar tapar una equivocación con un error. Aunque todo se ajuste a Derecho, no huele bien, lo siento.
Como tampoco huele bien la reunión del lunes entre el presidente y el líder del PP. Si ya de entrada el anfitrión se dedica a descalificar al invitado y anuncia poco menos que va a ser imposible un acuerdo, pues casi mejor dejarlo y no dar un nuevo espectáculo a este pueblo que no se merece semejantes políticos. Y todo el problema reside al final en el famoso pacto contra el terrorismo ofrecido por ZP cuando gobernaba a Aznar. Se acusan los dos partidos de que ha sido el otro quien lo ha roto y cuando el presidente saca pecho, el PP se preocupa de recordarle que mientras suscribía este pacto, negociaba con la llamada y tendía puentes al entorno de ETA.
El problema parece más de palabras que de hechos; o mejor: parece que el desencuentro o la ruptura se puede explicar con las palabras que se utilizan. El gran objetivo de todos -y de eso no me cabe la menos duda- es poner fin a la violencia, pero el pacto que se firmó en su momento es "contra el terrorismo" y lo que se pedía es que esa lucha "contra el terrorismo" no se utilizara políticamente. ¿Cuál es pues el problema o la novedad? Que lo que ha hecho ZP, en este caso, no era luchar "contra el terrorismo" sino tratar de poner fin a la violencia mediante el dialogo y el acercamiento. ¿Es lícito? Por supuesto, faltaría mas; incluso me atrevería a decir que necesario. Pero fuera del pacto que insistía -en palabras vulgares- que los terroristas ni agua. Por eso también es lícito que el PP ponga el grito en el cielo y no se canse de repetir que la política del Gobierno es equivocada y peligrosa porque la negociación no estaba contemplada en el pacto y por lo tanto no obligaba a ningún apoyo.
Y esto es objetivamente así y habrá quien esté de acuerdo con unos y quien esté con los otros, pero la realidad -dentro de lo cambiante que siempre es y de las interpretaciones que admite- parece indicar que no hay pacto desde hace mucho y que no va a ser fácil que lo vuelva a haber porque el presidente del Gobierno sigue sin admitir que su buena voluntad se ha estrellado contra la irracionalidad del terrorismo. No lo va a reconocer y por lo tanto, no será fácil que cambie su discurso. ¿Vale con lo hecho con De Juana y Otegui? A mi no, como ya he dicho; a mi unas decisiones tomadas así, me rechinan la moral, algo no huele bien.
Andrés Aberasturi.