Actualizado 23/10/2007 02:00

Andrés Aberasturi.- ¿Qué necesidad hay?

MADRID 23 Oct. (OTR/PRESS) -

El problema en política, y naturalmente en un estado de derecho, casi nunca está en los hechos mismos sino en la forma llevarlos a cabo. Los partidos, que son eternos adolescentes en busca de afirmación personal, bordean para ganar elecciones las débiles fronteras de casi todo porque caminar por el centro de la calle no resulta atractivo para nadie, no da votos, no te reafirma en una identidad mítica que es hoy la derecha y la izquierda porque ni Occidente en general ni la UE en particular, dejan mucho espacio para filigranas ideológicas.

Las políticas pues son cosas de matiz y, en general, cualquier iniciativa sería aceptable si no fuera por las formas, por el desarrollo y el acompañamiento de la iniciativa misma. Pasa, por ejemplo, con la Ley de la Memoria Histórica y pasa con el anuncio -por ahora sólo una posibilidad- de que el PSOE puede incluir en su programa electoral una revisión de los tratados firmados entre España y la Santa Sede. De incluir la propuesta en el programa -cosa que sólo se hará por desgracia si la intención de voto así lo aconseja y no por convencimiento de que hay que hacerlo- una vez más se levantarán voces radicales en contra y otras se preguntarán lo de siempre: ¿qué necesidad hay de abrir un nuevo frente... etc.?

Pues claro que hay necesidades de abrir frentes. Ese no es el problema sino cómo se abren y para qué. La Ley de la Memoria Histórica era una asignatura pendiente superada ya una transición que no podía ni seguramente debía ser una amnesia generalizada sino un paréntesis de buena voluntad. Lo malo es que ese paréntesis se cierre sin consenso, con un cierto regusto revanchista y sólo mirando hacia una de las partes. Ese es para mí el gran error de una memoria que tendría que doler por igual a unos y a otros. Y luego están los detalles. Con la Ley de la Memoria en una mano y con la posible revisión de los tratados con la santa Sede en la otra, no es que vayan a desaparecer los símbolos franquistas, es que no nos va a servir ni el himno de Infantería ni prácticamente nada porque Dios está omnipresente en nuestra cultura y no sólo por culpa del franquismo sino que la cosa viene de muy atrás.

Y esto es lo que hay nos guste o no -que debo confesar que a mi no me preocupa mucho- y por eso la disyuntiva es aceptar nuestra Historia con cierta tranquilidad o ponerse histéricos y empezar a desbarrar. ¿Que a estas alturas es absurda la figura de un obispo castrense y unos funerales de estado necesariamente religiosos y confesionalmente católicos? Pues lo es, qué le vamos a hacer. Pero de ahí a intentar cambiar cuatro o cinco siglos de Historia, hay un trecho. Es lo de siempre: respetemos las antigüedades y no las confundamos con las antiguallas; entre un anticuario y un chamarilero existen diferencias obvias y fácilmente detectables.

Andrés Aberasturi.

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