MADRID 10 Feb. (OTR/PRESS) -
Se quejan las sabandijas que pululan por todo tipo de programas de la basura de que los periodistas les hayan llamado por su nombre. Se quejan de que esta humilde profesión, canalla, pero hasta ellos digna, se lo haya llamado con todas las letras. Harta, impotente y golpeada de continuo en su prestigio por esa banda de alcahuetas, de zorrones de doble negocio, el del polvo y el contarlo, de primos y primas del que se acostó con la novia que fue del chófer que era de la amiga de aquel y que tuvieron una "relación", de macarras y guardaesquinas y de ojeteros, harta, muy harta de ellos, de presuntos famosos convertidos en referentes sociales y protagonistas de la vida cotidiana, pero aún mas hastiada de la tropa de presuntos periodistas que comparten plato y plató, cámara y revoltijo con ellos y conforman en su conjunto la "unidad de destino en la universalidad mediático-monetaria de la basura y de la telebasura", les ha llamado, es verdad, sabandijas. Y puede que se haya quedado corta.
Se han ofendido muchísimo, claro. Esa caterva, creciente, floreciente, hinchada y envanecida, cuyo concepto de exclusiva es por cuánto se compra un posado, que necesitaría una administración paralela de justicia para entender de sus millones de querellas fraudulentas y pleitos de buscavidas, que desprestigia a todos cuantos hemos hecho con mayor o menor acierto y fortuna del periodismo nuestra vocación y trabajo, a todos cuantos pelean cada día por conseguir un información de verdad y verdadera, a cuantos malviven y sobreviven en condiciones de penuria laboral y se queman las pestañas por las redacciones, esa patulea se ha ofendido. Esta indignadísima y se siente acosada .
La cosa ha venido tras el fallecimiento de Erika Ortiz, hermana menor de doña Leticia y porque ante el alborotado revuelo de la buitrera algunos no han callado. Se han alzado voces pidiendo un respeto y una prudencia. Que se acepta, aunque al mismo tiempo se exija la información, escueta, exacta y precisa pertinente. Cuando toque y sin ocultación alguna.
Y claro se ha empezado a hablar del doble rasero. Y sí. Lo hay. Pero resulta que la aspiración de unos y otros es absolutamente contradictoria. Porque lo que pretende unos es subirlo aún mas y con el precio de la casquería y colocar sus puestos de menudillos, vísceras e higadillos en todas las esquinas y pisotear sin cortapisa alguna la dignidad, el dolor, la privacidad, la vida y la muerte de las personas. Y claro lo que pretendemos otros, es que el rasero retorne a la cordura, que sin vulnerar el derecho a la información y a la libertad, esta se ejerza con rigor, profesionalidad y respeto. Y si la trágica muerte de Erika Ortiz es el momento de decirlo y trazar una línea de división clara y de ruptura entre lo que es el periodismo y lo que son ellos y repudiarlos como tales, pues más vale hacerlo ya. Porque quizás el problema es que no lo hayamos hecho desde el principio, hayamos caído en tentaciones y confusiones y aquellos polvos nos hayan traído estos lodos y estas inundaciones. Hagamos la autocrítica necesaria y dolorosa, pero mas vale hacerla ya que seguir por estos fangos.
Antonio Pérez Henares.