MADRID 27 Sep. (OTR/PRESS) -
Es inquietante la mera ubicación perimetral de España junto a esa especie de herpes "Zoster" en la cintura del mundo, desde Marruecos a Indonesia, pasando por Argelia, Egipto, Palestina, Siria, Turquía, Irak, Irán, Pakistán, Afganistán. ¿Cuántos volcanes en erupción? Y, sin embargo, la opinión pública española, encantada de haberse conocido en esta incierta cornisa del bienestar, se resiste -nos resistimos- a percibir el olor a azufre que desprenden los nubarrones. No han pasado ni cuatro años desde aquel jueves de sangre en Madrid (11-M) pero prácticamente todas las evocaciones de aquellos atentados de inspiración islámica se hacen en clave nacional. Sin embargo, la realidad nos acosa. Las señales siguen apareciendo ante nuestras propias narices. Y no parece que acabemos de tomar conciencia.
Hay un hilo conductor en la actualidad que nos obliga a dedicar un turno al asunto. Los dos soldados españoles muertos en Afganistán -nicho ecológico del terrorismo sin fronteras-, la grosera complicidad de Aznar con Bush cuando se decidió invadir Irak -desvelada en sus detalles por "El País"-, las persistentes amenazas de Al Qaeda sobre España (Al Andalus) y "los hijos de España" en Ceuta y Melilla. Pero es especialmente significativo el contraste de pareceres entre Nicolás Sarkozy y el presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero. A la hora de proponer recetas para intentar desactivar esa "culebrilla" (nombre vulgar del herpes de cintura), nuestro presidente vuelve a asumir el papel de "bueno" frente a la inesperada dureza de Sarkozy ante la supuesta amenaza de Irán para la paz y la estabilidad del mundo.
La amenaza iraní no es la única pero es la de mayor actualidad, tras la sonada intervención del presidente de la República Francesa ante la 62 asamblea general de la ONU. Sarkozy ha invocado claramente la opción militar como una forma de pararle los pies a Ahmadineyad, mientras éste sigue insistiendo en sus intenciones de utilizar la energía nuclear solamente como palanca de progreso. Ante una cuestión de credibilidad respecto a las afirmaciones de un personaje tan poco recomendable como el presidente iraní, Zapatero impugna la doctrina Sarkozy ("La debilidad no conduce a la paz, sino a la guerra"). Sostiene que "hay que descartar cualquier horizonte de confrontación, pues sería un nuevo error de los que ya se han cometido en los últimos años".
El golpe de timón de Francia hacia posiciones de inequívoco alineamiento atlántico con Estados Unidos deja a España en una encrucijada que deberá resolver más pronto que tarde. De momento, la cooperación, el diálogo, la diplomacia, es una opción. La fuerza es otra. No hay razón para pensar que lo uno lleva a mejores resultados que lo otro. Pero el aislamiento español sería técnicamente perjudicial, dada nuestra situación geo-política, al borde de una cadena de volcanes que amenaza nuestro idílico solar.
Antonio Casado.