MADRID 12 Jul. (OTR/PRESS) -
El décimo aniversario del secuestro y asesinato de Miguel Angel Blanco ha sido motivo de división entre PSOE y PP. Una paradoja, pues en realidad la pasión y muerte del joven concejal de Ermua (Vizcaya) fue un indeseado motivo de unión contra el común enemigo del terrorismo. Indeseado e indeseable pero, al cabo, ese fue el fecundo resultado del crimen que llenó de rabia y cubrió de luto a millones de españoles sin distinción de credo político. Lástima que estos días estemos asistiendo a la malversación de aquel luminoso legado. Simplemente, indigno. Utilizar el recuerdo de Miguel Angel Blanco contra buena parte de quienes le lloraron, y aún le lloran, es indigno. Cuesta creer que, por un cálculo político, haya gente capaz de profanar la memoria de aquel concejal del PP cuya pasión y muerte suscitó la más sincera oleada de compasión y el más unánime gesto colectivo de rebeldía contra el terrorismo. Pero diez años después, los dirigentes del PP han decidido utilizar el sacrificio de Miguel Angel contra sus adversarios en la lucha por el poder.
El discurso de dichos dirigentes ha reducido aquel espontáneo movimiento de ira popular contra ETA a un volátil diagnóstico sobre el asesinato del concejal a primera hora de la tarde del 12 de julio de 1997: si lo asesinaron fue porque el Gobierno de entonces no quiso negociar, a diferencia de lo que hace el Gobierno de ahora. Rajoy lo ha dicho de otro modo: "No se aceptó el chantaje" porque "la vida, la libertad y la dignidad del Estado no se negocian". Y su número dos, Angel Acebes, ha arremetido contra los socialistas que "hace diez años estaban con nosotros y no nos explican por qué ahora no pueden acompañarnos", dijo al terminar una de las dos manifestaciones celebradas este martes en Ermua.
Es una forma de volver a la cansina reyerta partidista que nos agobia desde que Zapatero quiso ser el pacificador de Euskadi. Pero hacerlo en nombre de Miguel Angel Blanco y del llamado "espíritu de Ermua", con el que comulgamos entonces y comulgamos ahora los votantes y los no votantes del PP, es una mezquindad. Y solo sirve para que, desde el otro lado de la barricada política, vuelvan a tirar de hemeroteca y nos recuerden el posterior comportamiento del Gobierno Aznar, con ocasión de la tregua de ETA cocinada por los nacionalistas con intención de lograr por las buenas lo que la banda no había conseguido por las malas.
Por aquel entonces el Gobierno ya había comenzado a ejercer la generosidad en política penitenciaria. Entre septiembre del 98 y septiembre del 99, el Gobierno de la Nación había ordenado el acercamiento de más de 120 presos de ETA a cárceles próximas al País Vasco y había permitido el regreso de más de 300 exiliados de la banda terrorista. Todo legal. Tan legal como la entrada de Josu Ternera en el Parlamento Vasco (octubre 98). Sobre la inesperada promoción del dirigente etarra opinó entonces el presidente Aznar: "Mejor que tome posesión de un escaño que no de una pistola".
Antonio Casado.