Actualizado 25/09/2007 02:00

Antonio Casado.- Morir en Afganistán

MADRID 25 Sep. (OTR/PRESS) -

Dos soldados españoles aumentaron ayer nuestro tributo de sangre en misiones internacionales. La lista alcanza ya la cifra de 137 víctimas mortales en veinte años de presencia militar fuera de nuestras fronteras. La mayor parte de ellos, 85, precisamente en relación con el conflicto de Afganistán, donde mantenemos un compromiso de pacificación, reconstrucción y estabilización patrocinado por la ONU con expresa autorización parlamentaria a escala nacional.

Aparte de una sentida expresión de condolencia a las familias de los dos muertos, Germán Pérez y Estanis Vera, y reclamar para ellos el reconocimiento que merece su sacrificio, conviene situar en su verdadero contexto este atentado terrorista, cuya autoría se atribuyó casi inmediatamente un grupo talibán.

Se trata de bandas terroristas inspiradas en el fundamentalismo islámico desplazado del poder hace ya seis años. El ideario y la logística se funden en la marca Al Qaeda, la principal amenaza global sobre el Occidente democrático. La más cruel concreción de dicha amenaza se produjo el 11-S de 2001 -atentados a las Torres Gemelas y el Pentágono-, que dio lugar a la legítima operación "Libertad Duradera", respaldada por la resolución 1368 del Consejo de Seguridad de la ONU.

Dicha operación consistió a fin de cuentas en la invasión militar del país por parte del Ejército norteamericano y el consiguiente desplazamiento del talibanismo afgano y la desarticulación de sus estructuras. España no participó, aunque apoyó, dicha operación. Pero después se implicó con todas las consecuencias en el establecimiento de la llamada ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad en Afganistán), en la estructura de la OTAN y en cuyo operativo se integran los 690 soldados españoles adscritos a la base de Herat. Pero debemos saber que la situación, con tendencia a empeorar, se ha envenenado durante el último año y medio.

Los "señores de la guerra" -señores de la droga, habría que decir- han recuperado terreno. Al Qaeda y los grupos afines se han reconstruido. La frontera sur-este con Pakistán vuelve a ser un coladero y el futuro de Musarraf -teórico aliado de EE UU-, muy incierto. El pueblo afgano está desilusionado con las fuerzas internacionales porque no se han creado las condiciones para la pacificación del país. El desprestigiado Gobierno de Hamid Karzai es un nido de corrupción. Y, en fin, los atentados como el que ayer costó la vida a dos soldados españoles y un intérprete iraní siguen aumentando. Los atentados suicidas, por otra parte, han dado un significativo salto en 2006. De 27 (en 2005) a 139.

En ese escenario se mueven nuestros 690 soldados, aunque la provincia de Herat no es de las más conflictivas. Sin embargo, el ministro de Defensa, José Antonio Alonso, ha confirmado que este martes comparecería en el Congreso para pedir autorización respecto al envío pendiente de 52 soldados más para el contingente español. España mantiene sus compromisos pero la opinión pública debe saber que van hacia un avispero cada vez más peligroso.

Antonio Casado

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