Actualizado 09/06/2007 02:00

Antonio Casado.- Reyerta y fracaso

MADRID 9 Jun. (OTR/PRESS) -

El presidente del Gobierno dijo el jueves por la noche en la tele que tiene muy pocas esperanzas de que el PP se una al Gobierno en la política antiterrorista. Impugnarla sistemáticamente ha sido y es su gran palanca política y electoral de la legislatura. Si de pronto apoyase a Zapatero tendría que perder esa baza y competir en asuntos de gobernación ordinaria, económicos y sociales, donde los vientos de la realidad son muy favorables a la gestión gubernamental.

Al otro lado de la barricada el PP exige una rectificación total de la política antiterrorista si se quiere reconstruir la unidad de los dos grandes partidos, lo cual nos deja sumidos en el estupor y la duda sobre si es el Gobierno o es el PP el que debe cambiar de disco. Entiende el PP que el precio del fracaso de Zapatero no puede ser otro que la rectificación, de donde Zapatero deduce que Rajoy no ha ayudado ni ayudará en el tiempo que nos acerca a las próximas elecciones generales, cuyo desenlace será la muerte política de uno de los dos.

Así de dura se está librando y se seguirá librando la batalla entre dos posiciones sin marcha atrás. Y eso es lo que, con toda probabilidad, volverá a escenificarse en la reunión que ambos van a mantener en Moncloa este lunes 11 de junio. Ni Rajoy se apeará de su exigencia de rectificación a la "política de concesiones" del Gobierno, ni Zapatero dejará de recordarle que la obligación del PP era y es apoyar los intentos del Ejecutivo de acabar con la violencia ¿A qué carta quedarse? ¿Dónde hay mejor razón en tan destructiva reyerta política?

Los socialistas se ganaron en las urnas el derecho a dirigir la política antiterrorista y aplicar sus propias recetas para echar a ETA de nuestras vidas. Por las buenas o por las malas. Otros lo intentaron antes. No es la primera tregua, ni la primera ruptura, ni la primera vez que un Gobierno intenta acabar con ETA por las buenas o por las malas, ni la primera vez que el intento termina en fracaso y vuelta a empezar. Todo eso, incluido el reciente fracaso de Zapatero, forma parte de una "siniestra normalidad" que ya dura casi cuarenta años. ¿A qué vienen los aspavientos?

Turno especial merece el discurso impugnatorio del PP, que relaciona el fracaso de Zapatero con su resistencia a marcar el paso de Rajoy, Acebes, Astarloa y compañía. El pensamiento automático le coloca a uno al lado contrario de quienes, como los citados, sostienen que Zapatero está más cerca de los terroristas que de las víctimas, que el Gobierno se rinde ante ETA o que vende el alma de Navarra a las fuerzas del mal. A partir de un razonado escepticismo sobre el "proceso", uno ha ido simpatizando con la causa de Zapatero a medida que profundizaba en el malicioso, sectario y artificial discurso de las factorías políticas y mediáticas del PP. No por esgrimir una saludable discrepancia sino por pervertir las reglas del juego. Por exigir a Zapatero que gobierne al dictado del adversario.

Antonio Casado

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