MADRID 22 Sep. (OTR/PRESS) -
Viene a pelo un entrecomillado de Fernando Savater, animador de un nuevo partido político fronterizo con el PSOE -o con el PP, según se mire-, para entender el conflicto de las banderas como un agujero negro en el ideario civilista de Zapatero. Entrecomillado de Savater: "A mí la idea de España me la sopla". Agujero negro de Zapatero: el cumplimiento de la ley se subordina al principio de oportunidad política.
Savater aparca el patriotismo para abrir paso el Estado de Derecho. Lo prioritario es reafirmar el imperio de la ley para quedar a resguardo de las arbitrariedades. En todos los órdenes de una convivencia organizada sobre valores democráticos. Cuando dice que España se la sopla, no es un desahogo contra los patriotas ni un gesto de desdén al país en el que vive. Es una forma de decir que esa no es la cuestión porque lo que realmente importa no es la nación, sino el individuo y sus libertades.
Y es la ley, el Derecho, el principio de legalidad, lo que realmente protege, garantiza, regula, las libertades del ciudadano. Unas libertades que a los nacionalistas, los que ponen a la patria por encima de cualquier otra cosa, les traen sin cuidado. Todo esto se puede colgarse en el debate sobre la ausencia de la bandera nacional en edificios públicos del País Vasco y Cataluña, incluso en los regidos por el PSOE. Zapatero y sus ministros dicen que es tema "minoritario" (cantidad) o "menor" (calidad). Dos conceptos distintos pero amontonados en la doctrina de Moncloa respecto al asunto. En resumen, que el Gobierno no piensa forzar el cumplimiento de la ley para que la bandera nacional ondee en los edificios públicos de todas las administraciones, por no crear problemas mayores. O sea, por no molestar a los nacionalistas vascos y catalanes.
Con esta especie de relativismo reacciona el Gobierno ante la campaña del PP y medios afines. Mala noticia en juristas profesionales como la vicepresidenta, Fernández de la Vega, o el ministro de Justicia, Fernández Bermejo, recostados en un principio de oportunidad -mirar hacia otro lado por no remover el avispero-, frente al dogma civil del cumplimiento de la ley. Un dogma que, como explicaría Fernando Savater, no engancha en el patriotismo o el sentimiento de pertenencia, que son etéreos y subjetivos, sino en el funcionamiento del Estado de Derecho.
Si nos atenemos a la lógica de las propias actuaciones del actual Gobierno, no se entiende por qué el imperativo legal se invoca con tanta contundencia, y con razón, al defender la obligatoriedad de la asignatura "Educación para la Ciudadanía", por ejemplo, y no para lo dispuesto sobre el uso de las banderas en la ley 39/81, que a su vez desarrolla el artículo 4 de la Constitución.
Antonio Casado.