MADRID 10 Feb. (OTR/PRESS) -
Si Zapatero quería poner de los nervios al PP, aún más, ha encontrado a la persona ideal. Si Zapatero quiere profundizar en su estrategia de reservarse el papel de bueno y dejar el de malo para Rajoy, será decisiva la colaboración del nuevo ministro de Justicia -a partir del lunes-, Mariano Fernández Bermejo, para sacar de quicio al PP y alimentar su discurso más desapacible.
Un papel que hasta ahora viene haciendo José Blanco, que ni siquiera pertenece al Gobierno, porque los ministros y su presidente despliegan discursos demasiado melifluos, neutros, escapistas y acomodaticios. La voz que está a punto de irrumpir en la banda sonora del Gobierno es, por el contrario, contundente, insobornable y comprometida con posiciones nítidas de izquierda. Por tanto, la entrada en el Consejo de Ministros de este fiscal de sala del Tribunal Supremo supone una dosis de radicalidad para un Gobierno donde abundan los discursos de escasa sustancia. Empezando por el de Zapatero, a pesar de su inmerecida fama de radical. Y si lo es, no lo sabe, lo cual sería realmente peligroso. La hipótesis no es en absoluto descartable.
No anda sobrado este Gobierno de gente capaz de tomar una postura, explicarla y mantenerla con firmeza. Hay que tener ideas claras para aplicar las propias y desactivar las del adversario. Es el perfil de Fernández Bermejo. Ya las tuvo tiesas con el Gobierno del PP. Se enfrentará de nuevo al mismo adversario, muy ocupado ahora en cosas de este negociado. Por eso le ha irritado el nombramiento. En el entorno mediático del PP hablan de nombramiento polémico y aciertan, pero sólo en esa demarcación política se percibe el ataque de contrariedad. En las filas socialistas, y de forma más notoria según se baja en la pirámide organizativa, se detecta visible entusiasmo. Sobre todo ante la antología de frases difundidas para desacreditarle que han conseguido el efecto contrario entre los hooligans del PSOE.
Por ejemplo, la definición de sus adversarios de toda la vida: en el franquismo, los padres, y en la democracia, los hijos. O su lúcido diagnóstico sobre el escándalo de los GAL: "Un acto de hipocresía colectiva". El actual momento político empieza a parecerse a la Legislatura de la crispación (93-96) y el "Estado judicial en función de exigencias políticas", en palabras de este hombre llamado a poner de los nervios al adversario político. Encaja perfectamente en esa estrategia de Zapatero que consiste en alimentar el discurso más bronco del PP para movilizar al electorado socialista.
Antonio Casado.