Actualizado 15/06/2010 14:00

Antonio Casado.- El sueño de Zapatero.

MADRID, 15 Jun. (OTR/PRESS) -

El presidente del Gobierno y líder del PSOE carga con unos cuantos baldones. Dos de ellos son troncales. Por un lado, un Gobierno que pide a gritos más peso político. Por otro, la falta de banquillo en tan adversas circunstancias. A saber: desaliento en el electorado socialista, perplejidad en el partido, debilidad de liderazgo, aislamiento parlamentario y el fantasma de la huelga general que se pasea por Moncloa desde que los sindicatos se descolgaron de un eventual acuerdo con la CEOE en la reforma del mercado de trabajo.

Todo eso ha generado en la capacidad de maniobra de Zapatero un considerable achique de espacios, cuya recuperación pasa por el asentamiento en el BOE de las reformas pendientes (mercado laboral, sistema financiero y sistema de pensiones). Eso desde la perspectiva de lucha contra la crisis económica. Pero en un plano estrictamente político, aumentar el margen disponible de maniobra pasa por la fijación de un nuevo mapa político en Cataluña, diseñado a partir de la muy verosímil victoria de CiU en las elecciones autonómicas. Sólo faltan cinco meses.

El escenario ideal para Zapatero es que los nacionalistas de Artur Mas y Durán reinen en Cataluña y ofrecerles gobierno de coalición en Madrid. La base parlamentaria del Gobierno central (169 más 10) sería de mayoría absoluta. Es el sueño de Zapatero para acabar la Legislatura y remontar en las encuestas, como paso previo a un tercer mandato en Moncloa, siempre que en paralelo se empezasen a ver los resultados de las reformas estructurales en nuestro sistema productivo.

En todo caso, las elecciones catalanas se presentan como un balón de oxígeno para Zapatero. Tanto en la hipótesis de gobierno monocolor de CiU en la Generalitat como en la de la llamada "sociovergencia" (pacto CiU-PSC). Más difícil lo tendría si en la nueva orografía política de Cataluña sale reforzado el PP como muleta para completar una mayoría parlamentaria de Artur Mas, aunque fuese un apoyo exterior no requerido expresamente por CiU, lógicamente poco inclinado a entenderse con quienes en su día impugnaron el Estatuto de Autonomía ante el Tribunal Constitucional.

He ahí el verdadero punto de inflexión política en el laberinto de Zapatero, que busca su tabla de salvación en las elecciones catalanas del otoño que viene. Y no una remodelación ministerial cuando la misma hoguera en la que se están quemando los actuales se quemarían los nuevos. No tiene sentido. La apuesta jesuítica es no hacer mudanza en medio de tantas tribulaciones, confiar en el poder hipnótico de los Mundiales de Fútbol -mejor que mejor con una eventual victoria de la "roja"- y esperar a entenderse con los nacionalistas catalanes de CiU que, por cierto, están sedientos de centralidad y no de tentaciones segregacionistas.

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