Actualizado 23/02/2010 13:00

Antonio Casado.- Zapatero y los mercados.

MADRID 23 Feb. (OTR/PRESS) -

El viernes pasado el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, viajó a Londres para reñir a los mercados financieros por haber mordido la mano que les dio de comer. Y al día siguiente Mariano Rajoy, el aspirante, criticó al titular por sus ataques a los mercados. Y entre quienes los atacan y quienes los defienden vamos a acabar creyendo que los mercados tienen cara, ojos, nombres, apellidos y un corazoncito de níquel.

"Es paradójico que los mercados que acudimos a salvar con dinero público nos pongan ahora en dificultades", se quejaba el presidente contra toda lógica. Cierto, porque los mercados funcionan por leyes de oferta y demanda ajenas a los boletines oficiales de los Estados. Por tanto, pueden pasar perfectamente sin los Gobiernos. Pero no al revés.

Los Gobiernos están condicionados por los mercados financieros y las agencias de calificación de la deuda. Resulta ingenuo e inútil dirigirse a ellos como lo hizo Zapatero la semana pasada. Incluso llegó a enviarles el recado de que si España planea reducir el déficit público (hasta el 3 por ciento de aquí al 2013) no lo hará por sumisión a los grandes fondos de inversión o las agencias internacionales de calificación de la deuda, sino porque interesa a los ciudadanos.

Ya, pero la reciente tournée de la ministra de Economía y su secretario de Estado por los principales centros financieros occidentales ha puesto de manifiesto que a Zapatero le importa muchísimo la imagen de la economía nacional en esos mercados que ahora critica, incluso deslizando algún que otro elemento de confusión, como eso de que la batalla contra el déficit público se librará en paralelo con la recuperación del crecimiento económico ¿Y si no hay crecimiento?

Esa confusión dio pie a que algún periódico de tirada nacional endosara a Zapatero la intención de condicionar la lucha contra el déficit presupuestario a un proceso previo de recuperación económica. No quiso decir eso el presidente. Lo que quiso decir, aunque tal vez sea peor por incurrir en el voluntarismo de siempre, es que da por hecha la recuperación para hacerla coincidir en el tiempo con el plan de austeridad (un recorte de 50.000 millones de euros) que debe culminar a finales de 2013 con un nivel igual o inferior al consabido 3 por ciento que impone la disciplina fiscal de la Unión Europea.

Extraña y desigual pelea entre Zapatero y los mercados financieros. Como el Quijote, que es la dignidad con cara, y los molinos de viento, despersonalizados y sin alma pero necesarios para moler la harina y fabricar el pan. Comprensible indignación la de Zapatero. Tan lógica como inútil y algo conmovedora. Es como si dijera a los mercados que no nos chupamos el dedo, señores inversores, pero vamos a llevarnos bien, pues hubo un final conciliador, cuando Zapatero dijo que sería malo para todos una dialéctica de confrontación entre los Gobiernos y los mercados.

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