MADRID 29 Mar. (OTR/PRESS) -
Ya sabemos lo que da de sí el programa de la nueva TVE "Tengo una pregunta para usted". Después de la confesión televisada del presidente del Gobierno ante las preguntas de cien ciudadanos, tal vez Zapatero haya llegado a la conclusión de que es más fácil defenderse de un periodista que de un ciudadano. Los periodistas están muy toreados, mientras que los ciudadanos "normales", como diría Mariano Rajoy, van de buena fe. Esa fue la dificultad añadida de Zapatero en la noche del martes. Se vio, por ejemplo, en el mal rato que pasó cuando le preguntaron si sabía lo que vale un café. O cuando le recordaron lo del "No nos falles" de los jóvenes votantes socialistas en la noche electoral del 14 de marzo de 2004. Evidentemente, desconoce el precio del café en la calle y la muchacha admitió que, por desgracia, Zapatero les ha fallado.
Rodríguez Zapatero no es un ídolo de multitudes ni anda sobrado del carisma propio de los grandes líderes. Eso ya se sabía. El presidente se limitó a confirmarlo en el original formato televisivo importado de Francia. La confirmación tomó cuerpo en un lenguaje más próximo al de otros políticos que al de la gente de la calle y en una lamentable tendencia a refugiarse en la macroeconomía y el léxico de los despachos.
El que no se consuela es porque no quiere. Vamos a lo positivo del programa del martes por la noche en TVE. Al margen de los contenidos y las opiniones emitidas por el presidente, en la entrevista múltiple de dos horas de duración no se reflejó la España crispada que pregonan a diario los medios informativos. Zapatero y los cien ciudadanos "normales" hablaron de la crispación pero sin crispación. En este formato no caben el mensaje manufacturado ni la ira del mensajero. Eso es propio de periodistas, no de la muestra plural elegida por profesionales de la Sociología. Los preguntones no eran periodistas. Mejor para los telespectadores. No se habrían encontrado entrevistadores libres de sospecha en el ejercicio de la neutralidad. Con la que está cayendo, nadie se lo hubiera reconocido. Si se procesa la intención política de jueces y fiscales, procesar la del periodista es como la gimnasia matinal de cada día. Dicho sea como referencia casual a los predicadores del alba, inevitable banda sonora de la crispada actualidad política nacional.
Sin embargo, ese retrato no se vio en el original programa. El presidente se abstuvo de tachar de franquistas a los preguntantes desafectos y éstos no le tomaron por un enemigo de España. Aunque tuvo que escuchar algo tan duro como: "Me avergüenzo de un presidente que negocia con asesinos", le espetó aquella muchacha.
Antonio Casado.