MADRID 12 Jun. (OTR/PRESS) -
El almuerzo oficial ofrecido por los Reyes a la presidenta de Suiza reunió en el Palacio Real, una hora después de que Zapatero despidiera en la Moncloa a Rajoy, al presidente del Gobierno con los "barones" madrileños del PP, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón, con quienes departió largamente y transmitió una impresión optimista sobre la entrevista con el líder de los populares. Otra cosa es que la presidenta de Madrid y el alcalde, "tienes que creerme Alberto, tienes que creerme" le repitió varias veces Zapatero a Ruiz Gallardón, concluyeran que de las palabras de Zapatero se podía asegurar que la situación había cambiado radicalmente, y socialistas y populares estaban de nuevo dispuestos a caminar juntos contra ETA. Da la impresión, sin embargo, de que la entrevista de Moncloa fue interpretada y aceptada por ambas partes como una toma de temperatura, una primera toma de contacto tras un dilatado periodo de desencuentros y enfrentamientos, que los hechos futuros aconsejarán repetir o no.
Zapatero y Rajoy han decidido tomarse un respiro, darse otra oportunidad y hacer de la necesidad virtud, en el convencimiento de que los españoles desean que los dos principales partidos restablezcan la unidad que siempre tuvieron contra los terroristas de cualquier signo y singularmente de ETA. Está claro, si aceptamos las declaraciones de la vicepresidenta Fernández de la Vega y del propio Rajoy, que se ha impuesto la generosidad a la cicatería y el sentido de Estado a los particularismos. Acertó Rajoy planteando el encuentro sin condiciones previas pero con la firmeza debida que se desprende de sus palabras: "le he dicho al presidente que le apoyaré para derrotar a ETA, pero no para negociar con la banda". El presidente sabe, por tanto, que sólo si está dispuesto a utilizar la inmensa fuerza del Estado de derecho para combatir a los terroristas, sin atajos legalistas y sin componendas, podrá contar desde ahora con el inestimable e imprescindibles concurso de los populares. El primer paso dado por Zapatero y Rajoy para recuperar la confianza perdida y alejarse de los reproches es una buena noticia para todos los demócratas y muy mala para quienes pretenden alterar nuestra convivencia con bombas o secuestros.
Si ETA ha ganado algo durante el fracasado "proceso de paz", además de fortalecerse y rearmarse, ha sido en capacidad para desestabilizar al Estado; en ese sentido, las consecuencias de un posible atentado en un clima de enfrentamiento y división como el que había hasta la reunión de ayer hubieran sido terribles. La pelota, en todo caso, sigue en el tejado de Zapatero y el compás de espera inaugurado no es infinito. Del presidente, de su firme y decida voluntad para derrotar a ETA y de su lealtad, sin engaños o medias verdades, con el líder del PP dependerá que el primer paso dado se convierta en definitivo.
Antonio Jiménez.