MADRID 12 May. (OTR/PRESS) -
Impulsado por el ruido atronador que producen los bólidos de la Fórmula 1 arrancó el baile de campaña en Valencia. Bernie Ecclestone, el dueño del circo, ha dejado dicho que la pista urbana de la capital del Turia sólo acogerá la Formula 1 si Francisco Camps y Rita Barberá reeditan sus triunfos electorales en las urnas del 27-M. La condición impuesta por el británico ha llevado a los socialistas valencianos a retratarse con declaraciones lastimeras más propias de unos desahogados y frustrados perdedores que de unos políticos que no han sabido digerir el golpe propinado por el adversario.
El propietario del tinglado automovilístico que recorre el mundo de la velocidad tiene derecho , faltaría mas , a elegir los socios con los que hace sus negocios. En vez de lamentarse con soflamas demagógicas, harto mejor harían Joan Ignasi Pla y sus correligionarios en preguntarse por qué el magnate de la Formula 1 no quiere cuentas con ellos. A lo mejor obtienen la respuesta en la campaña que su partido orquestó contra la posibilidad de que Valencia se convirtiera en el más espectacular y atractivo circuito urbano del mundo con la carrera discurriendo entre los edificios vanguardistas de Calatrava que emergen del antiguo cauce del Turia.
Un escaparate planetario, en suma, para una de las comunidades, junto a la de Madrid, más dinámicas de España. No es casual que los predios políticos del PP pastoreados por Esperanza Aguirre y Francisco Camps, sean referentes de los mejores indicadores económicos en progreso, desarrollo y actividad económica de España. Y tampoco es casualidad que sea en Madrid y Valencia donde el PSOE tiene problemas de liderazgos regionales, con unos dirigentes cuestionados como Rafael Simancas y Joan Ignasi Pla, y conflictos internos. Lo reprobable y lamentable no es que Ecclestone haya condicionado el contrato de la carrera de Valencia a las victorias electorales de Camps y Barberá, sino que los socialistas valencianos no saludaran en su día con satisfacción y aplausos un acontecimiento así anhelado y perseguido por otras importantes ciudades del mundo. Los electores valencianos tienen ahora en la condición impuesta por el británico un aliciente más para no dejarse llevar el 27-M por el corazón sino por la cartera y la cabeza. Aseguran los politólogos y expertos en demoscopia electoral que los ciudadanos necesitan siempre nuevos estímulos y proyectos que les inciten a respaldar la misma opción política de Gobierno que apoyaron en los anteriores comicios. Según esta teoría los proyectos ya ejecutados sólo cuentan a título de inventario. En cambio sí que censuran los incumplimientos; cabe deducir ,por tanto, que las promesas, en contra de lo que sostenía el cínico profesor Tierno Galván, se hacen para ser cumplidas. Llegado el momento de hacer balance, bienvenidas sean las muchas inauguraciones de estos días porque suponen la consecuencia empírica de ese cumplimiento.
Antonio Jiménez.