MADRID 16 Feb. (OTR/PRESS) -
Dentro de meses, cuando el Tribunal que juzga la peor matanza terrorista de la historia de España dicte sentencia, las victimas confían en que se haya conseguido un grado de aproximación precisa sobre la verdad de los hechos criminales que costaron la vida a 192 de los suyos o les causaron heridas a más de mil. La reiterada expresión "queremos saber la verdad", "exigimos la verdad del 11-M", que aparentemente molesta a quienes de forma indirecta se beneficiaron políticamente de la barbarie, persigue aclarar las dudas e incógnitas que objetivamente siembran de sospechas y perversión la masacre.
Nada resultaría más satisfactorio que un veredicto firme precedido de unas conclusiones inapelables que den respuesta a la anglosajona fórmula periodística de las cinco "w": "who?, what?, where?, when?, why?". El juicio del 11-M debe encontrar las respuestas a esas cinco interrogantes -quiénes cometieron la matanza, qué les llevó a perpetrarla, dónde y cuándo la decidieron y planificaron- sobre las que gravitan los llamados "agujeros negros" de los atentados. Representan esa exigible luz de la verdad que necesariamente tiene que abrirse paso entre las sombras del sumario instruido por el juez del Olmo y la fiscal Sánchez.
De una cosa sí tenemos certeza plena: quienes planearon y ejecutaron la acción terrorista consiguieron su objetivo de convulsionar a España y procurar un cambio de Gobierno en las elecciones fijadas para tres días después. A partir de ahí las consecuencias del 11-M pueden medirse en términos de enfrentamiento, resentimiento y división entre los españoles. Nada de lo que pasa en España desde entonces es ajeno a lo ocurrido aquel trágico día, empezando por la inesperada llegada a la Moncloa de Zapatero. El paisaje político que nos dejaron los trenes despanzurrados de Atocha, Santa Eugenia y El Pozo no puede ser menos complicado e incierto. En cualquier otro país democrático del mundo esa exigible búsqueda de la verdad del 11-M sería un objetivo compartido por la mayoría de sus ciudadanos. En España la sola mención del legítimo deseo de conocer el trasfondo de la infamia divide, incluso, a las victimas que sólo comparten en común el dolor sufrido. Es la dualidad del 11-M; o estás con la asociación de Pilar Manjón o estás con la de Angeles Domínguez. O estás con la verdad oficial que defienden el Gobierno y sus medios afines o estás con quienes hurgan en teorías conspirativas sin descartar la colaboración de ETA. ¿Acabará el juicio con esa dualidad? Dentro de unos meses saldremos de dudas.
Antonio Jiménez.