Actualizado 16/03/2007 01:00

Antonio Jiménez.- ((Sustituye a la anterior por correción en título y último párrafo))

Las disculpas de Ibarra no redimen al consejero

MADRID, 16 Mar. (OTR/PRESS) -

Es inevitable no hacer una comparación entre el exceso de celo con el que han actuado el Instituto de la Mujer y el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid para juzgar los anuncios publicitarios de dos firmas internacionales de moda y el caso de las fotos porno-blasfemas recogidas en un catálogo subvencionado y apoyado por la consejería de Cultura de la Junta de Extremadura. Resulta escandaloso que mientras un organismo público, responsabilizado de procurar la igualdad y los derechos de la mujer, o el responsable de una institución dedicada a la defensa de los menores, obligan a retirar, tras una severa y desmedida crítica, los trabajos publicitarios de Dolce & Gabbana y Armani por entender que fomentan el machismo y el turismo sexual con niños, en Extremadura un consejero del gobierno regional no haya sido cesado aún por financiar con un millón de pesetas la publicación de un catálogo con imágenes de Cristo, la Virgen María y otras figuras del cristianismo como si formaran parte de un elenco de actores de una película "porno", y prologarlo además como la "obra comprometida y seria de un autor extremeño ( J.A.M. Montoya) que es uno de los representantes de mayor trayectoria y credibilidad artística dentro y fuera de nuestros límites geográficos".

Claro que hay quien ha enlatado mierda y ha intentado venderla en ARCO, en la creencia de que el arte y la libertad creativa de un autor no tienen límites. Paquito Muñoz, así se llama el todavía consejero de Cultura de la Junta extremeña y candidato socialista a la alcaldía de Badajoz, debe tener un concepto de la estética y de las artes plásticas no muy diferente a quien expone una lata llena de "caca" como si se tratara de una obra de arte. Es como si Rocco Sigfredi o Nacho Vidal, iconos del artisteo pornográfico, pretendieran convencernos de la sublime belleza estética de sus movimientos de pelvis hasta el extremo de recomendarnos sus películas como obras maestras del séptimo arte.

Las disculpas del presidente Rodríguez Ibarra por la grave ofensa infligida a creyentes y no creyentes, escandalizados por la contundencia gráfica de la blasfemia proferida, e indignados porque además haya sido sufragada con dinero publico, se quedan cortas y no redimen al responsable directo del descomunal desatino al que debería haber cesado un segundo después de tener conocimiento de que su nombre y firma avalaban el catálogo porno-blasfemo. Menos se entiende aún que continúe como miembro de su gobierno y, además, le haya promocionado para la alcaldía de la primera capital extremeña, cuyos habitantes tienen desde ahora poderosas y sensibles razones para negarle el apoyo, salvo que no les importe que como alcalde dedique los impuesto municipales a subvencionar manifestaciones artísticas del alcance y calado que las insultantes y provocadoras fotos del tal Montoya. De los pacenses dependerá.

Antonio Jiménez.

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