Publicado 01/04/2014 12:00

Antonio Pérez Henares.- Las barbas electorales de Francia

MADRID 1 Abr. (OTR/PRESS) -

El partido comunista francés fue durante muchos años la segunda fuerza de Francia y mantuvo durante decenios un impresionante poder municipal. Hoy ha pasado a ser una fuerza marginal. En sus feudos de entonces los obreros votan al Frente Nacional. Porque ya tampoco votan a los socialistas que sustituyeron como fuerza hegemónica a los comunistas. Son estas clases trabajadores de las periferias de las ciudades, que fueron los bastiones de la izquierda, donde cala con fuerza el mensaje de Marine Le Pen.

Las elecciones francesas han supuesto una derrota de gran calado para Hollande y el gobernante PSF que ha visto como la derecha le arrebata más de 150 ciudades, algunas del calibre de Toulouse, Tors, Reims, Saint Etiene, Roubaix, Ajaccio o Limoges, donde gobernaban desde el año 1912. El lograr conservar Paris, con la andaluza Hidalgo como alcaldesa, no llega a camuflar siquiera un desastre sin paliativos que apunta muy feamente a unas próximas elecciones europeas, que además permitirán calibrar mejor y en dimensión nacional el avance del Frente Nacional que ahora solo se presentaba en un porcentaje bastante reducido de circunscripciones y que no ha logrado ciudades importantes pero ya se sienta en más de una docena de alcaldías, entre ella Beziers que ha ganado el periodista Menard, quien fuera presidente de Reporteros sin Fronteras y ha acabado recalando en una formación considerada xenófoba y de extrema derecha.

Pues bien, tales definiciones parece que cada vez escandalizan menos a los franceses y si ahora han llegado al 7 por 100 las prospectivas le dan por encima del 20 en algunos sondeos y señalan además esa impactante conclusión de que estrato económico y social proviene buena parte de su voto: las clases más populares y las deprimidas barriadas obreras.

La derecha francesa tradicional, donde Sarkozy parece revivir a pesar de los "grabadores infieles", cantaba ayer sin embargo victoria y tenía por qué hacerlo. Porque en efecto ha ganado aunque no deje de resultar un tanto sorprendente, pues si Hollande está en la cima de la impopularidad, sus rivales se dedican a combatirse entre ellos y competir en escándalos. Pero han rozado el 46 por 100 de los votos y conseguido avances territoriales muy significativos. Que pueden ser un espejismo dentro tan solo de unos meses. Pero quien tenía un desierto por delante era ya Hollande cuyo mandato ha frustrado de una manera acelerada todas las expectativas despertadas. Tanto en Francia como en Europa. Recordaran que aquí, en España, nos lo presentaban como el salvador de la izquierda.

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