MADRID 22 Sep. (OTR/PRESS) -
Intentar un reparto de la riqueza entre los más desfavorecidos ha sido siempre la esencial seña de identidad de la izquierda. Justicia social se llamaba en tiempos. Las caridades han sido, por el contrario, cosa más de marquesas y la compra de votos, por dinero o por favores, estilo de caciques.
El espectáculo gubernamental al que llevamos unos meses asistiendo empieza a tirar, en cuanto se despeja mínimamente la tramoya, más a lo segundo que a lo primero. Esa cascada de pregones: Pisos para todos los pobres en Andalucía, doscientos euros para los jóvenes que alquilen, un cheque de 2.500 euros para los bebes y los etcéteras que han sido y todos los que parece vendrán, quieren presentarse como política de izquierdas pero huelen a irritante electoralismo del peor recuerdo y, sobre todo, a desigual limosneo. ¿Por qué a los niños nacidos después de plenilunio si y a los de antes no? ¿Por qué a los jóvenes hasta treinta y a los de 31 con dos hijos que les zurzan? ¿Y las viudas desvalidas?
De verdad y por la izquierda no se hacen así las cosas. No se va repartiendo dádivas por grupos de necesitados. Se intentan en conjunto y atendiendo a criterios generales, que abarquen a todos, sean jóvenes o viejos, bebes o ancianos. Si se trata de beneficiar las rentas más bajas hágase con los impuestos, por ejemplo, y déjense de óbolos y caridades. Se está haciendo mal. Y aun peor cuando ya se deja al ciudadano y se establece la desigualdad por territorios, como si los territorios fueran ricos o pobres y no lo fueran las personas, que son la verdadera medida de las cosas. A Cataluña, de manera bilateral y para tenerlos contentos, un zurrón hasta los topes. Y para que no se queje Andalucía otro, no tan grande pero bueno y de propina el Guadalquivir. Y luego a ver quien es el siguiente que pide y con que fuerza y lo que me conviene darle a este o al otro. El principio es insensato y el efecto perverso. Rompe lo que puede quedar de idea de Nación, de común, de solidario y sólo contribuye a fomentar esta especie de zoco de taifas.
Y todo ello, oliendo a prebenda interesada, merced con retorno o caridad calculada, en el peor de los momentos, éste en el que se mira con cierta pero creciente preocupación el futuro. No sabemos si habrá vacas muy flacas, pero menos gordas van a estar casi seguro. Parecería lo sensato el aguardar con prudencia y no ir comprometiendo el dinero a capazos. Pueden hacernos mucha y muy perentoria falta mañana. Lo dice Solbes en el púlpito de la economía y lo dice el ama de casa en la sobremesa familiar. No parece éste el mejor tiempo para dispendios y quizás se sentiría la gente algo mas segura si no se hicieran alegremente con unos dineros que son de todos.
Ni que con ellos se representarán sainetes. "El entremés de la escalinata" (parece que el presidente ve mucho "El ala oeste de la casa blanca" y ha decidido imitar decorados) ha sido el más pregonado, pero las resultas han sido que la primera actriz, elegida para estrella ascendente del elenco, puede haberse estrellado a las primeras de cambio y que al gran galán se le ha vuelto a colocar el rictus de niño contrariado (cuidado con ese rictus que cada vez tiene más prendido a la cara) por las comisuras de los labios. El "fuego amigo" de El País, dura información y peor critica, le ha dejado en ruinas el corral de las comedias. Hay otros trasfondos, que tienen que ver con lo que al fin y a la postre más les importa a las empresas: las cuentas de resultados, pero el maravilloso lago donde pensaba ZP pescar tantos relucientes peces se le ha convertido, en tan sólo un verbo, en un cenagoso charco de croadoras ranas.
Antonio Pérez Henares.