Actualizado 29/03/2008 01:00

Antonio Pérez Henares.- La moda tibetana

MADRID 29 Mar. (OTR/PRESS) -

La tribu manifestante mundial ha encontrado una nueva causa. La moda de primavera será la túnica azafrán de los lamas tibetanos. Es una causa muy vistosa, espiritual donde las haya, exótica a más no poder, divina de la muerte y eminentemente cinematográfica. ¿Se puede pedir más a una causa?.

La causa tibetana tiene olor a incienso, glamour de pasarela y escenografía de Hollywood. Llevan la pancarta los mitos de la pantalla, le pone voz el Richard Gere y la arropa lo más granado y florido del 'star-sistem', con estrella en el paseo de la fama, que le dan al mantra en los amaneceres californianos. Hasta nuestra Penélope y algún novio (a lo mejor hace de esto también al Bardem, aunque espero que Javier por ahí no trague) son de la movida, aunque no se si estaba más en la Cinesiología del Cruise o en realidad sigue tan solo siendo la cursi que declaró ser con aquella aportación mundial de que se sentía horrorizada por los sanfermines. Sin duda, el mundo manifestante necesitaba con urgencia algo así. Estos revolucionarios de altas dotaciones, que viajan por el mundo en avión y móvil de última generación, que se dan cita para romper el sistema y pegarse con la policía hoy en Rio, mañana en Bruselas, pasado en Barcelona y la próxima semana en Bangkok tienen en la idealización mundial del lamaismo, su dios viviente, el Dalai Lama y la satanización de la opresión China y la imposición de su atroz cultura y sistema el mas abonado de los terrenos sobre la aldea global que es hoy la Tierra. De entrada ya tienen a favor a todas las cadenas de televisiones del planeta. Con eso basta y con se todo lo políticamente correcto que es la cuestión sobra.

La peregrinación ya puede ponerse en marcha. Ya hay todo un recorrido donde irse a hacer el solidario, sentirse moralmente superior, éticamente intachable y tocar el tamboril y si se tercia, que se tercia y esta muy bien y mejor en la juventud, algún culo compañero, libre y generoso. El nuevo revolucionario del mundo no es obrero, esos tipos hoscos, materialistas y contaminadores, ni campesino, esos degradadores de la Madre Tierra, ni pescador, esos depredadores terribles del mar, ni ganadero, esos matarifes infames. No el es hijo del asfalto y del cristal y en no pocas ocasiones de uno de esos próceres ante cuyas ventanas se manifiesta en los más alejados lugares contra la globalización, el cambio climático, las nucleares que servirán para paliarlo pero su pegantita no lo consiente, con pañuelo palestino y devoción de miliciano de Hamas.

Ahora, moda primavera, toca el Tibet. Y hay razones, desde luego. China no es un paraíso ni de libertad, ni de democracia, ni de respeto a los derechos humanos. Cierto que el inmenso país se desarrolla con pasos de gigante y cientos de millones van saliendo de la pobreza y la miseria. Pero eso no importa mucho y es cierto que la libertad sigue siendo aplastada. Pero ¿no se defiende que eso no es problema en otras revoluciones?. Pongamos que hablo de Fidel.

Pero ¿qué se defiende?. No hay régimen más tenebroso y medieval sobre la tierra por mucho incienso que se queme, muchas mantras que se recen, muchas tubas que se soplen, que esa teocracia tibetana de un presunto dios viviente, rodeado de centenares de miles de parásitos, esos lamas, esos sacerdotes que viven de oprimir al 75% de la población en régimen de esclavitud con respecto a su amos y a los monasterios. El lamaismo tibetano de los Dalai es una teocracia opresora, alienante, esclavista y liberticida. Pero muy espiritual, glamourosa, exótica, divina y cinematográfica.

Antonio Pérez Henares

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