Actualizado 15/01/2010 13:01

Carlos Carnicero.- La catástrofe, espejo de la realidad.

MADRID, 15 Ene. (OTR/PRESS) -

Las noticias de Haití vienen tamizadas por las dificultades propias del país más pobre de América y uno de los más atrasados del mundo. Las cifras que se manejan son orientativos y nunca se sabrá cuantas personas han muerto y todavía morirán debajo de los escombros. La politología moderna ha definido el concepto de "estados fallidos" para señalar la ausencia de modernidad y de estado de derecho en aquellos lugares del mundo donde la mixtura entre miseria y autoritarismo mantiene a sus habitantes fuera del límite de la dignidad.

Si el mundo desarrollado tuviera voluntad política se podría acabar en una década con el hambre y la mortalidad infantil en el mundo. Y en tres décadas se podría hacer una revolución educativa que armase a la mayoría de la población mundial de capacidad de supervivencia y de dignidad informativa.

Tiene que ocurrir una catástrofe para que los microscopios enfoquen la realidad que occidente no quiere ver. Ahora la lucha es contra el cambio climático, pero debajo de las lluvias intempestivas y de los cambios meteorológicos hay personas que nacen y mueren precipitadamente en la carencia más absoluta de los elementos esenciales para la vida.

La ayuda humanitaria siempre es como un salvavidas en un maremoto que intenta que la salvación de unos pocos nos redima a todos y nos alivie de la obligación de un mundo sin diferencias abismales.

Ahora todos nos volcamos en Haití, como es nuestra obligación, y por un momento los telediarios apuntan sus informativos a esta mitad de la isla del Caribe donde el sufrimiento sobredimensionado ha creado una imagen imposible de eludir.

El lado positivo y a la vez dramático de esta tragedia está en los funcionarios de Naciones Unidas, los diplomáticos, los médicos extranjeros que también están bajo los escombros de un país al que fueron para tratar de evitar que la miseria y el desorden se aniden de forma permanente. Si agrediéramos la lección, al día siguiente de enterrar el último cadáver rescatado, nos pondríamos a edificar junto a los haitianos un país donde tenga cabida la esperanza. Aunque sólo fuera para que el sacrificio de todos los muertos no fuera en vano.