Publicado 18/08/2013 12:00

Carlos Carnicero.- Egipto, una historia anunciada.

MADRID, 18 Ago. (OTR/PRESS) -

Un golpe militar recurre a la violencia porque forma parte de su esencia. Es el síndrome del escorpión. Pica porque está en su naturaleza.

Lo que está ocurriendo en Egipto es una situación anunciada e inevitable. La resistencia pacífica es aplastada con la brutalidad de un ejército formado y preparado para reducir cualquier protesta. Sabemos ya de centenares de civiles asesinados. Y también observamos con un estupor previsible las reacciones de las llamadas democracias occidentales. No sabemos nada concreto de las torturas a las que estarán siendo sometidos los miles de manifestantes detenidos.

Establezcamos las premisas de esta situación:

Uno: La fuerza que ganó las elecciones democráticas es un movimiento islamista. Para nada al gusto de occidente que había estado feliz con un sistema militar durante más de cincuenta años. Estabilidad en la zona y aliado incondicional para mantener el estatus quo con Israel.

Dos: La llamada primavera árabe ha sido un conjunto de movimiento populares para devolver el gobierno a los ciudadanos. Y la premisa para aceptar este principio es el respeto a la decisión libre de los ciudadanos. Una vez más, cuando no gusta el resultado electoral se invoca el descontento generalizado y el incumplimiento electoral para apoyar o guardar silencio ante la intervención militar que necesariamente acaba de ser brutal ante cualquier resistencia.

Tres: El golpe se justifica en el descontento ciudadano. Ocurrió en España en 1936, en Chile en 1.973 y en otros muchos países.

Cuatro: La tímida respuesta de la UE y de Estados Unidos ante las matanzas en Egipto demuestra la complacencia latente con la liquidación de un gobierno islamista. ¿Qué quieren que voten países con mayoría que profesa ese credo y esas aspiraciones a una sociedad islámica.

Cinco: Sería mucho más honesto por parte de los países de la UE y Estados Unidos proclamar que no quieren elecciones en un país con las características de Egipto salvo que el resultado sea conforme a sus intereses y sus prioridades.

Seis: No hay mayor ingenuidad o mayor perversión que manifestar confianza en que la situación se reconduzca a un comportamiento acorde con los derechos humanos y a la inmediata convocatoria de elecciones libres y limpias. Si se produjeran estas premisas, ¿se respetaría la previsible nueva victoria de las fuerzas islamistas?

Siete: Nadie puede invocar el uso de la violencia en los resistentes islamistas. Están ofreciendo sus cuerpos desnudos a las bocanas de los fusiles golpistas. ¿Alguien desea que la paciencia de los masacrados manifestantes conduzca a una guerra civil?

Ocho: La brutal represión alimenta las convicciones islamistas radicales y da pretextos a las organizaciones terroristas islámicas. Sobre todo porque confirma la imposibilidad de que las fuerzas pacíficas islamistas puedan acceder al poder en sus respectivos países por vías democráticas.

Un golpe militar es ilegítimo en sí mismo, sin que se puedan invocar razones de conveniencia, de ubicación geográfica o de ideología.

Los hechos demuestran que las potencias occidentales no aplican los mismos criterios en situaciones disímiles.

Es un precedente inaceptable que traerá terribles consecuencias.

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