MADRID 19 Ene. (OTR/PRESS) -
El presidente del Gobierno tiene la obligación de agotar una paciencia franciscana en sus relaciones con el PP, porque en democracia las formas son tan importantes como los contenidos. Es cierto que la posición del PP en el tema antiterrorista ha estado imbuida de la profunda deslealtad de no reconocer la legitimidad del Gobierno para intentar un final dialogado con ETA, como han hecho en España todos los presidentes de la democracia. Pero también es verdad que las torpezas y los errores del presidente no se saldan con reconocer como único fallo la declaración triunfalista del 29 de diciembre. Sus equivocaciones obligan al presidente a facilitar las cosas al PP mucho más allá de lo que está haciendo.
Si lo que sucede ahora es un pacto de todas las fuerzas parlamentarias con el Gobierno para eludir los trámites de discusión de las propuestas del PP, lo que se está reproduciendo en Madrid es la torpeza insoportable del "Pacto de Tinel" que de hecho arrincona de la vida parlamentaria al principal partido de la oposición.
Da la impresión de que el aislamiento del PP, ocurrido en gran parte por decisión propia, lejos de disgustar al presidente del Gobierno, le satisface, tal vez al pensar que eso impedirá al PP conseguir una mayoría parlamentaria por la propia naturaleza de su asilamiento. Lo que debiera primar en este análisis es que la voluntaria separación del PP de los vínculos de la lucha antiterrorista a quien beneficia es a ETA. Y lo que deber primar es impedir que ETA obtenga ningún provecho aunque sea a costa de perder uno propio. Pero todo esto solo lo puede entender quien tenga un proyecto de estado en la cabeza, y los hechos empiezan a confirmar que estamos en una de las peores épocas de sequía intelectual de la historia política de España que está impidiendo que florezca ningún tipo de liderazgo. España se está convirtiendo en un erial político.
Carlos Carnicero.