MADRID 8 Mar. (OTR/PRESS) -
Lo ocurrido ayer en el Senado es lo más parecido a una olimpiada de la irresponsabilidad en la que los dos grandes partidos han terminado por competir entre sí para tratar de establecer el record de concesiones a la organización terrorista ETA, que ha tenido su día de gloria en la confrontación de la oposición contra el Gobierno.
Las apuestas se cruzan sobre si la indignación que pueden promover estas conductas en el electorado será un factor de movilización a la contra o una llamada a la abstención. Ya no importa tanto quien empezó la gresca -que sin duda ha tenido su origen en la irresponsabilidad con la que el PP conduce la oposición a la política antiterrorista- como en la dramática ausencia de un liderazgo político capaz de poder reconducir la situación hacia unos parámetros que haga transitable la política.
En democracia tan importante es que funcionen los espacios de control al Gobierno como el compromiso de cerrar las disputas que no deben ser alargadas -y menos en lo relacionado con la lucha antiterrorista- para obstaculizar que los escenarios de la vida cotidiana den paso a la normalidad del funcionamiento de las instituciones. Si lo que ofrecen la oposición y también el Gobierno es un recorrido de bronca hasta las elecciones municipales y autonómicas, es difícil de pensar que los ciudadanos puedan asistir a esta turbamulta sin terminar saturados de la política entendida como la manifestación continuada de una catarata de agresiones cruzadas.
Si la iniciativa de esta catástrofe la tiene el Partido Popular por su obsesión de desgastar al Gobierno con la lucha antiterrorista, al Gobierno le corresponde el mayor grado de responsabilidad en cerrar esta crisis aunque solo sea porque tiene la responsabilidad de Gobernar en España.
Queda la comparecencia de la semana que viene del ministro de Interior a petición propia. Si el espectáculo de ayer en el Senado se va a reproducir en el Congreso, tal vez debiéramos pensar en que las sesiones sean a puerta cerrada como en los estadios de fútbol cuando la trifulca está desbordada.
Carlos Carnicero.