MADRID 16 Nov. (OTR/PRESS) -
El PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero está construido sobre el monolitismo político. La homologación de pensamiento tiene una base generacional que no es más que el uniforme de una forma entender la incodicionalidad hacia el líder. José Luis Rodríguez Zapatero ha conseguido abducir al PSOE con una extraordinaria economía de gestos que se ejercita por omisión de consensos. No se alza la voz pero los susurros son tan esporádicos que suenan como un grito.
Cuando se pregunta en su entorno inmediato quiénes forman su núcleo duro de decisiones, su mesa de camilla para las grandes ocasiones, la respuesta invariable y acuñada es que el líder tiene unos mecanismos radiales de actuación: irradia ideas y consignas y quienes están cerca las ejecutan para dar cumplimiento a sus instrucciones. Solamente los fines de semana, en el ejercicio relajado del baloncesto, acepta Zapatero consejos informales de sus amigos: algunos fueron líderes jóvenes del PSOE y hoy están en el mundo empresarial, ex periodistas que hoy son empresarios de medios de comunicación auspiciados por el presidente del Gobierno e intelectuales de cabecera que glosan las gestas del líder. Todo muy sencillo, medianamente discreto y eficaz, en la medida en que estos consejos no generan tensiones de partido cuando no se siguen.
Los grandes políticos del PSOE se han ido apartando o han sido apartados. De los barones sólo queda en activo Manuel Chaves que es líder natural de la primera federación socialista, con el inmenso poder que le dan sus delegados en los congresos del partido y el soporte inmejorable de su gobierno en Andalucía. El resto, los que nos se fueron a su casa, han tenido puente de plata o han sido instalados en el ostracismo de sus escaños parlamentarios: pero la mayoría han huido.
Su apuesta por los independientes como bálsamo natural que da lustre a su gobierno es notoria. Le sirven sólo porque vienen de afuera y no acumulan poder orgánico en el PSOE. Ahora le ha tocado el turno a Manuel Marín, al que el presidente ya había condenado cuando le ofreció la presidencia del Congreso a José Bono. Su antiguo contrincante en la secretaría del partido pretende ser conducido a la posición de una independencia que no existe. En la próxima legislatura asistiremos a la despedida de José Bono como hoy presenciamos la de Manuel Marín. Entonces ya no quedará nadie capaz de tener un criterio propio.
Carlos Carnicero.