Actualizado 25/03/2007 01:00

Carlos Carnicero.- ¿Qué más puede ocurrir?

MADRID 25 Mar. (OTR/PRESS) -

En la Audiencia Nacional los jueces y los fiscales se dicen hasta alma mía: una operación de descrédito de la Justicia, en la que las descalificaciones cruzadas entre ellos son inimaginables en otro país de la Unión Europea. El PP llama a boicotear, incluso económicamente, al mayor grupo de comunicación en español. Otegui sale sin celebrar juicio porque el ministerio fiscal ha cambiado, de hecho, el Código Penal: lo que ayer era delito hoy no tiene indicios.

La historia de España está llena de situaciones en las que la línea de acontecimientos que constituye el inicio de una crisis y su desenlace parecían inimaginables a mitad de recorrido. Si repasamos las crónicas de finales de 1.932, nadie hubiera sospechado la guerra civil: la empujaron los principios de acción y reacción hasta conseguir que la barbarie, constituida en forma de golpe de estado, iniciase la guerra y cuarenta años de oprobiosa dictadura. A quienes murieron y sufrieron prisión y exilio no les importó tanto las causas de aquella catástrofe como sus consecuencias.

Muchas cosas que ocurren estos días eran increíbles hace tres años y están sucediendo sin que nadie sepa precisar qué falta por ocurrir y adónde conduce esta escalada: no podemos predecir la estación término en la que esta locura tendrá su desenlace pero todo apunta a la catástrofe.

El PP ha establecido la dialéctica de la confrontación y el gobierno le ha aceptado el reto: los dos se imaginan un escenario de barricadas en las que la España que simboliza cada uno tendrá más fuerza que la otra. Un escenario napoleónico donde el vencedor lo es sólo porque ha tenido un pequeño número inferior de bajas: se cuentan los cadáveres y quien realiza el conteo, sólo porque se quedó en el campo de batalla, tiene derecho a enterrar sus duelos con honor.

Una locura como la que se dibuja en el horizonte español señala a la peor clase política de la democracia como responsable. Ante el campo de batalla, en los términos que está quedando, no importa tanto quién tiene la culpa y quién ha desatado el odio, sino sus consecuencias.

Carlos Carnicero

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