Actualizado 27/01/2010 13:00

Carlos Carnicero.- El miedo como arma electoral.

MADRID 27 Ene. (OTR/PRESS) -

En tiempos de crisis las amenazas son muchos más eficaces para influir en el electorado. Los partidos de derechas están especialmente dotados para manejar el miedo. Ocurrió con George W. Bush en plena eclosión del pensamiento neoconservador. La caída de las Torres Gemelas, cuando el presidente norteamericano no había alcanzado su primer año de mandato después de la convulsa elección en La Florida, sembró el miedo en los Estados Unidos y la reducción de derechos y las ideologías más conservadoras se asentaron en la sociedad norteamericana.

España está sumida en una profunda crisis de características desconocidas para muchos españoles que han vivido años de creciente prosperidad. El paro, la incertidumbre sobre el futuro y el desgaste del Gobierno han constituido una mezcla que facilita agitar fantasmas electorales. El PP ha desenterrado su práctica catastrofista. La presidenta del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho, ha enarbolado la bandera de presentar la inmigración como una amenaza: "¡no cabemos todos¡", ha sentenciado con cara de angustia.

Agitar la cadena perpetua, sin comprometerse con esa alternativa, en el aniversario de uno de los asesinatos más crueles de los últimos tiempos es un oportunismo eficaz.

No hay datos objetivos sobre un incremento de la inmigración ilegal o de la violencia en nuestras calles, pero el ruido puede sobreponerse a la realidad cuando los ciudadanos están proclives a tener miedo a cualquier cosa que se pueda presentar como una amenaza cierta. Pero el miedo, también, es uno de los más poderosos enemigos de la libertad porque impide reaccionar con autonomía y enturbia todos los análisis.

Faltan dos años para las elecciones generales, pero antes tenemos municipales y autonómicas. Dos años con una tensión electoral basada en la explotación del miedo es una prueba muy fuerte para una sociedad que tiene que buscar sus espacios en muchos parámetros. Ojala que haya un poco de responsabilidad en el debate político.

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