MADRID 24 Sep. (OTR/PRESS) -
En Cataluña se repiten episodios de concentraciones relativamente pequeñas de ciudadanos que queman fotos del Rey como acto de reivindicación de su libertad de expresión. Entienden, quienes así proceden, que las ofensas a la institución de la Corona de España es un derecho que les asiste y lo ejercen como reto ante quien quiera impedirlo. La primera persona que fue identificada realizando estos actos fue acusada por la fiscalía de delito y en comparecencia judicial fue puesto en libertad sin ninguna cautela. Las explicaciones de quienes así actúan son más amplias. La forma de entender su catalanidad es incompatible con la existencia de su comunidad dentro de España y lo manifiestan ofendiendo símbolos que son importantes para el conjunto de los españoles. Entienden, en consecuencia, que su posición se reafirma desde la ofensa a los símbolos de los españoles.
Afortunadamente esa dialéctica no tiene respuesta. Sería terrible que a los hechos de quema de fotos de los Reyes o de la bandera española se respondiera con iguales ofensas a símbolos que representen a Cataluña. La diferencia a favor de quienes no precedemos de esa manera es doble: de una parte, sin ser catalanes, entendemos y respetamos los símbolos en los que se sienten identificados los ciudadanos de esa nacionalidad. Incluso los nacionalistas. De otra parte, pensamos que la ofensa no es un metodología dialéctica que conduzca a ninguna parte.
Es difícil sustraer lo que está pasando con las ofensas a la Corona de lo ocurrido con el secuestro de la revista El Jueves y el procesamiento de otros humoristas de un periódico vasco. Entonces entendió el fiscal general del Estado que la Corona debía tener una protección especial en su dignidad en el ámbito de las publicaciones humorísticas. Es difícil sustraerse a la tentación de que esa iniciativa ha abierto la espita de la ofensa al Rey. La invocación a la censura en el secuestro de una publicación y la desproporción de un procesamiento por un chiste de mal gusto ha cuestionado la forma en que se protege a la Corona. Y allí, probablemente, han visto un filón quienes quieren provocar con la quema de fotografías. ¿Debe ser procesado un humorista por pasarse de una raya que no sabemos quién tiene que señalar y quedar impune quien actúa solo para ofender? Es una asunto delicado que se puede ir de las manos.
Carlos Carnicero