MADRID 18 Feb. (OTR/PRESS) -
Andalucía vota hoy el nuevo estatuto de autonomía en un clima de escepticismo en el que los que apoyan la consulta temen que la abstención enfríe la ceremonia. En principio, solo el Partido Andalucista está descolocado en el apoyo al nuevo texto. No debiera haber grandes enigmas y, si las urnas confirman una baja participación, la única conclusión posible será que el discurso político y los sentimientos de los ciudadanos están alejándose cada vez más.
La política en España está a punto de repartirse sus espacios entre la confrontación y la indiferencia. No hay apenas diálogo político porque los grandes partidos enfocan sus disconformidades para convertirlas en obuses de desgaste del adversario, que también se convierte en enemigo. Los temas que de verdad debieran importar a los ciudadanos se desvanecen en esas trifulcas porque nadie intenta mejorar una propuesta ajena sino desacreditarla.
A medio plazo, la consecuencia de que solo sea noticia la confrontación impedirá que los matices afloren y es en estos donde cada uno de quienes escuchan el discurso político podría interesarse, aunque solo fuera para ubicar sus intereses. El objeto de la política, los ciudadanos y sus problemas, ha sido sustituido para convertirse en el pretexto que facilite la ocupación del poder. Y, si no fuera así, la tozudez de los hechos hace que cada vez lo parezca más. En política, lo que parece termina por convertirse sencillamente en lo que es.
Los resultados de participación en el estatuto de autonomía de hoy debieran ser analizados para comprobar que la metodología con que discurre la política va a dejar al final a los dirigentes tan lejos de quienes debieran ser su razón de ser, los ciudadanos, que puede promoverse una mecanización de la política para convertirse en una industria que no tenga quien la consuma.
Carlos Carnicero