MADRID 19 Dic. (OTR/PRESS) -
La velocidad de los acontecimientos y la exigencia instantánea de respuestas está alterando la vida democrática en la que los medios de comunicación modernos actúan como aceleradores de partículas. Los líderes políticos disponen de encuestas fugaces sobre la satisfacción de los ciudadanos a los que tratan como consumidores de decisiones políticas. Se actúa sólo en función de réditos electorales y las grandes estrategias que no proporcionan dividendos a quien en cada momento ocupa el poder se posponen indefinidamente.
El calendario del AVE a Barcelona es un ejemplo: se señaló una fecha imposible para la inauguración y el caos en el sistema ferroviario ha dirigido el tiro por la culata de los objetivos que se perseguían. Ahora, después del escándalo de sucesos judiciales en torno a prácticas abortivas ilegales, Zapatero precipita la revisión de la ley a dos meses y medio de las elecciones. Los nervios pueden sentenciar, incluso, efectos contrarios a los que se persiguen. Con las crónicas sórdidas sobre los abortos ilegales encima de la mesa -en las que la forma de deshacerse de los fetos es la mejor propaganda contra el aborto- el PSOE decide revisar su propuesta sobre la interrupción del embarazo. Han tenido tres años y medio pero no ha sido suficiente tiempo. No hay reflexiones, hay réplicas ante problemas electorales.
Los partidos han sustituido la política por la propaganda. No exhiben propuestas sino que elaboran eslóganes. Los electores son derrochadores que no tienen derecho a la reflexión porque cada alternativa, antes de que se repose, es sustituida por la siguiente.
Si los partidos debieran ser una ingeniería compleja en la que cada componente jugara su papel para que la resultante fueran apuestas democráticamente elaboradas, ahora sólo disponen de un ordenador central manejado por los gurús del líder que le dicen lo que los consumidores quieren oír. En este contexto, los programas son como la propaganda de los teléfonos móviles en la que se promete que habrá conexión sin que nadie sea capaz de explicar si la gente quiere hablar para comunicarse o solamente para tener la sensación de no estar solo.
Carlos Carnicero.