MADRID 26 Sep. (OTR/PRESS) -
Existen demasiadas turbulencias como para pensar que no ocurre nada. De una parte, el Gobierno está ya con los presupuestos elaborados en plena campaña electoral. Hay nervios por las encuestas como demuestra el reparto de dinero que ha emprendido Zapatero con los sectores que tiene que movilizar para garantizar la victoria. José Luis Rodríguez Zapatero es un gobernante demoscópico y los datos de participación preocupan en La Moncloa porque cinco puntos arriba o abajo en la afluencia de electores es la distancia entre una victoria holgada y un empate técnico.
La quema de retratos del Rey y la tensión nacionalista en Cataluña está pendiente de si el Lehendakari cumplirá su amenaza con la consulta popular en el País Vasco. Por ahí se perfila un horizonte de complejidad para el Gobierno al que se le pueden pedir cuentas de estos asuntos por la sensación de que el problema autonómico navega sin control. La guerra de Afganistán -porque es una guerra- es también otra asignatura pendiente de un escenario cada vez más peligroso en el que los soldados españoles pueden tener nuevas bajas.
Por último y no menos importante, la guerra del fútbol está dejando heridas de difícil cicatrización en el hemisferio de los medios de comunicación más afines al Gobierno que podrían ser determinantes en este año electoral. La ley de Memoria Histórica corre el riesgo de ser aparcada definitivamente creando frustración en quienes la promovieron y sensación de éxito en el PP.
Da la sensación de que el presidente del Gobierno no se ha curado la afición a crear nuevos problemas como sustitución de los que deja sin resolver. Va por delante en las encuestas, pero él mejor que nadie debe saber cómo pueden cambiar esas cosas en muy poco tiempo.
Carlos Carnicero.