MADRID 3 Feb. (OTR/PRESS) -
Desde hacía dieciocho años permanecía encendido día y noche en la Academia que la Policía Autónoma Vasca el pebetero que la Ertzantza tiene en las afueras de Vitoria, en la localidad de Arkaute. Su luz permanente durante las veinticuatro horas del día recordaba a los quince miembros de este cuerpo policial que han sido asesinados en estos años por ETA y por ende a todas las víctimas causadas por esta banda terrorista. Pero el pasado miércoles, el pebetero fue apagado por decisión del actual lehendakari López y de su consejero de Interior, Rodolfo Ares, ambos como es bien conocido dirigentes del Partido Socialista de Euskadi. El motivo aducido para explicar tal decisión es que el terrorismo de ETA ha tocado ya su final.
En el País Vasco, mucho más que en el resto de España, se ha instalado la idea de que el final de ETA no tiene vuelta atrás y que el anuncio hecho por la banda terrorista el pasado 20 de octubre de cese definitivo en su "actividad armada" es irreversible. Es comprensible que ese sentimiento haya cobrado más fuerza en donde ETA ha matado más y ha hecho la vida más insoportable a sus habitantes. Pero el hecho cierto es que transcurridos tres meses desde ese anuncio de la banda, esta, ni se ha disuelto ni ha entregado las armas. Y algunas detenciones practicadas en las últimas semanas en Francia de miembros de ETA apuntan a que podrían estar intentado reorganizarse.
Por eso, ese "buenismo" que se ha instalado en amplios sectores de la sociedad vasca -y que el actual lehendakari se encarga de alentar un día sí y otro también encabezando por ejemplo las presiones al nuevo Gobierno de Rajoy para que acerque a los presos de ETA al País Vasco- debería ser analizado con la máxima cautela. Lo sucedido el pasado miércoles en la Academia de la Ertzantza con el apagón del pebetero es una muestra más de esa actitud de querer instalar en el País Vasco como una especie de tiempo nuevo que los hechos no acaban de confirmar del todo.
Al Gobierno de Rajoy se dice que le toca administrar el final del terrorismo. Pero en cualquier caso, como ha manifestado en reiteradas ocasiones el propio presidente del Gobierno, los instrumentos para hacerlo son la ley y el Estado de Derecho. Es decir, sin atajos, sin prisas innecesarias que la historia reciente en la lucha antiterrorista han demostrado con creces que son muy malas consejeras. Hay que ser muy firmes, extremadamente firmes, en la exigencia a ETA para que se disuelva definitivamente y entregue las armas. Y además siempre habrá que respetar al máximo la Memoria, la Dignidad y la Justicia de quienes han sufrido directamente esta lacra: las víctimas del terrorismo. Por eso me parece precipitada la decisión del lehendakari López de apagar el pebetero que recordaba a los ertzainas asesinados.