MADRID 13 Mar. (OTR/PRESS) -
Las previsiones económicas apuntan tiempos muy difíciles que hasta el ministro en funciones Pedro Solbes empieza a aceptar como tales. Una vez terminadas las elecciones, ya no hay por qué seguir disimulando. La suave desaceleración vuelve a llamarse crisis, y la saludable purga del sector de la construcción, paro. Hasta un millón de empleos se calcula que podrían perderse este año si nos cruzamos de brazos. Paliar en lo posible semejante ruina va a depender, según apuntan los expertos, del realismo con que el gobierno actual y futuro, el Gobierno de Zapatero, afronte la situación; pero también de la generosidad de la oposición. En tiempos de vacas gordas se puede tirar de la chequera pública, pero entramos en un tiempo de vacas flacas. Los empresarios e incluso los sindicatos coinciden con los economistas en que el gran pacto de Estado para modernizar la economía productiva que necesita nuestro país no puede esperar más. Las reformas estructurales que tanto la economía como el empleo necesitan desde hace años, ya son urgentes. Y todos estamos llamados a la tarea
Desde este punto de vista, yo creo que tenemos que felicitarnos de que el líder del principal partido de la oposición, Mariano Rajoy, haya sido capaz de solventar con responsabilidad la crisis sucesoria a la que parecía abocado el PP. Abrir en desbandada el melón sucesorio, como en mi opinión habría ocurrido si Rajoy hubiera cedido a la tentación de dimitir que según su propio entorno acarició nada más saber que había perdido las elecciones, habría sido convocar a los viejos demonios cainitas de la derecha española a un auténtico aquelarre que ni los militantes ni sobre todos los más diez millones de votantes del PP se merecen; pero, además, y sobre todo, habría privado al país de concurso del principal partido de la oposición desde el principio de la Legislatura en la tarea de arrimar el hombro a lo que ahora importa: la búsqueda de los grandes consensos de Estado perdidos.
El papel que la oposición tiene que jugar en democracia es distinto del que corresponde al gobierno pero igual de importante. La legítima lucha partidaria es compatible con la unidad en pos del bien común. Y el mensaje que las urnas del 9-M le han enviado al PSOE y al PP me parece que está muy claro: en las grandes cuestiones de Estado, como el terrorismo, o la inmigración, o la economía, Zapatero y Rajoy tienen que aprender a sumar. Solo así podremos afrontar los retos que tenemos por delante con éxito.
Consuelo Sánchez-Vicente.