MADRID 28 Sep. (OTR/PRESS) -
Acabo de volver de Venezuela, un paraíso terrenal, un lugar al que la naturaleza ha bendecido con los bienes más preciados -incluido el oro negro- cuyos ciudadanos tras décadas y décadas de corrupción y abuso político son mayoritariamente pobres y ahora, desgraciadamente, están liderados por un presidente a quien ellos mismos llaman "el loco", cuyas excentricidades -presentadas como medidas pretendidamente populistas- enmascaran todos los delirios de un dictador a la vieja usanza y han dado al país un inconfundible aire de republica bananera con olor a naftalina.
Lo mejor de ese lugar idílico -con frondosas selvas y lugares impresionantes como el salto de las Babas, el del Angel o el parque nacional de Canaíma y playas espectaculares de aguas cristalinas como las que conforman los Roques en pleno Caribe donde uno se puede bañar a la luz de la luna y ver perfectamente su propia silueta-. Pero lo mejor ,digo , de ese paraíso son sus gentes, ciudadanos con un asentado sentido del deber y de la dignidad como nación que preservan su orgullo de patria, admitiendo sin tapujos lo malo y lo bueno de su historia reciente y de su pasado cercano con un sentido critico y sobre todo analítico digno de envidia.
He conocido a muchos descendientes de españoles de tercera generación algunos provenientes de una clase media completamente desaparecida que han pasado de la opulencia al hambre. Fran, uno de nuestros guías locales experto en navegación de catamarán es un joven de apenas 25 años hijo de un matrimonio de ingenieros, que ha sabido lo que es pasar de una situación holgada económicamente -con todos los privilegios sociales que eso conlleva en un país como el suyo- a la indigencia, que se autodefine de izquierdas y que en un momento de conversación franca y abierta me pregunto: "¿De qué vale la democracia si pasas hambre?. Lo importante es que el pueblo tenga pan, sanidad, educación... y si no tienes nada de eso créame que lo demás no importa y el concepto de Democracia Parlamentaria pasa a un insignificante segundo plano".
Cuando le pregunté si la libertad no era un concepto esencial en sus valores, me respondió que ellos han mamado cultura democrática y han oído pronunciar frases grandilocuentes sobre la libertad en todas sus manifestaciones a políticos que han se han sentido muy libres para llenar sus propios bolsillos y dejar al pueblo en bancarrota.
Fran y yo discrepamos en algunos conceptos fundamentales, especialmente cuando hizo una encendida defensa de los valores del socialismo revolucionario, al estilo Chávez, pero me dejó literalmente sin habla cuando me dijo con rotundidad "usted es de esa gran nación que España donde los políticos de derechas y de izquierdas se atacan brutalmente en el parlamento con insultos graves y luego se toman unas copas como buenos amigos. Eso es lo que aquí debemos de aprender. Han sabido cerrar las heridas de la dictadura de Franco y esa transición modélica es un ejemplo a imitar por todos".
Cuando subí en el avión de vuelta a Madrid y leí en los periódicos lo que estos días estaba ocurriendo en España: la guerra de las banderas, las tibias reacciones de la Generalitat a la quema de imágenes de los Reyes, ETA atacando de nuevo con una bomba en Zarauz, nuestros soldados muertos en Afganistán y los políticos a palos en el Congreso por los presupuestos, recordé la frase de Fran y sentí sonrojo ¡país¡ ¡qué país! ¡Nación! ¡qué nación!.
Esther Esteban