MADRID 18 Dic. (OTR/PRESS) -
Tenemos paseándose por España al dictador libio Muamar el Gaddafi -promotor confeso de masacres terroristas-. Su estancia entre nosotros está provocando un curioso fenómeno de "tartufismo" político o, dicho de otro modo: de doble moral. Gaddafi, era un apestado en el panorama internacional hasta que se avino a indemnizar a las familias de las víctimas de varios atentados terroristas perpetrados por agentes libios. Tras pagar -a millón de dólares por víctima- ha dejado de ser un marginal. Ahora invita a cenar y hay gente que acepta la invitación.
Por ejemplo, el ex presidente del Gobierno de España, José María Aznar, un ciudadano que ya no tiene obligaciones institucionales y que, por lo tanto, bien podía haber declinado la invitación. Pero no, Aznar (él sabrá porqué) aceptó la invitación y se fue a cenar con él a la "jaima" que el sátrapa tenía montada en Alcalá de Guadaira, cerca de Sevilla. Una cena a la que asistió, también, Ana Botella.
El personaje que no está de visita oficial porque oficialmente no es el Jefe de Estado de Libia -desde que dio el golpe que le llevó al poder en 1969 se hace llamar "el hermano Guía"-, ha venido a España a cazar y, según algunas fuentes, a comprar armas. Gran título éste, al parecer, para acallar voces y plumas que en otras circunstancias se habrían mostrado sumamente críticas con un individuo que junto a Fidel Castro va camino de ser uno de los dictadores más veteranos del planeta.
En Libia, al igual que sucede en Cuba o en Corea del Norte, ni hay democracia, ni se la espera a corto plazo. ¿Estará informado al señor Aznar de esa circunstancia? ¿Qué habrían dicho en su partido -y en la prensa afín- si el invitado a cenar en la "jaima" hubiera sido Felipe González y hubiera acudido acompañado de Carmen Romero? No quiero ni pensarlo. Es la ley del embudo ¡Qué país!
Fermín Bocos.