MADRID 21 Jul. (OTR/PRESS) -
Todo lo que se ha dicho sobre la "espantada" de Josep Piqué es cierto; incluso que apenas contaba con respaldo entre la militancia del PP en Cataluña. A mi juicio, ésta es la clave que explica el porqué de su marcha en estos momentos, a sabiendas del perjuicio mediático que inflige a su partido puesto que estamos en vísperas de unas elecciones generales. Así las cosas y sabido que el paso de Ángel Acebes por Barcelona dejó en el aire el perfume de la desautorización, todo hace suponer que ha sido el propio Piqué quien ha inducido la interpretación periodística que posteriormente le ha servido de coartada para hacerse el ofendido y -como dicen en Cataluña-, "plegar". A éste respecto, la información de "La Vanguardia", seguramente, fue decisiva.
Piqué tiene una biografía política que confirma el tópico según el cual quien a los veinte años no milita en la izquierda es porque no tiene corazón y quien sigue así a los cuarenta es porque lo que no tiene, es cerebro. De orbitar con los comunistas catalanes del PSUC pasó a los negocios (confusos, judicializados) en Ercros; de ahí le rescató la familia Aznar enterrando políticamente a Alejo Vidal Quadras -que a la postre, vista la caída de Piqué, ha resultado ser el Conde de Montecristo vengándose del Danglars de ésta historia-. Cuando formaba parte del Gobierno, Piqué vivía pendiente de su imagen; estaba obsesionado con lo que de él publicaban los medios. Cientos de fotos de sus actos políticos reposan en los archivos de los ministerios por los que ha pasado.
Ahora le ha hundido su propia ambigüedad política. Quería jugar a ser puente entre "Cataluña y España", olvidando que presidía un partido que proclama -por cierto, lo mismo que la Constitución que Cataluña es una parte más de España, no una "nación", como reza el preámbulo del último "Estatut". Tengo para mí que a partir de ahora los resultados electorales del PP en Cataluña, no serán peores que los conseguidos bajo la dirección de Piqué.
Fermín Bocos.