MADRID 15 Mar. (OTR/PRESS) -
El escándalo que ha provocado la dimisión de Eliot Spitzer, gobernador Nueva York, ha dado la vuelta al mundo. Spitzer ,un dirigente muy destacado del Partido Demócrata se ha visto obligado a dimitir tras reconocer que había sido cliente de una red de prostitutas. La prensa descubrió la doblez de quien cuando era fiscal se hizo un nombre persiguiendo de manera implacable la prostitución -colocando, de paso, los pilares sobre los que después levantó su carrera política. Quiere decirse, pues, que estamos antes un caso de doble moral; una conducta nada infrecuente entre la clase política de uno y otro lado del Atlántico.
No dimite por putero -asunto de moral privada sobre el que ,en todo caso, debería opinar únicamente su familia -;no es la cuestión de fondo. En éste asunto, como digo, lo rechazable es que Spitzer, un político cercano a los Clinton y que se dejaba querer cuando le preguntaban por sus aspiraciones a la Casa Blanca, ha resultado ser un fariseo: un exhibicionista de la virtud de la que carecía. Un tipo, duro, implacable, con los demás y condescendiente hasta lo insospechado consigo mismo. Patético. No se le echará de menos.
Fermín Bocos.