MADRID 15 Mar. (OTR/PRESS) -
Dice Sebastián Haffner en su recomendable biografía de Winston Churchill que en un Estado parlamentario, la patria de un político es su partido. En él vive, en él tiene que imponerse y demostrar su valía ,él le presta apoyo y le protege y sin él no es nada, "una débil caña que quebrará cualquier tormenta"-concluye. He recordado el decir de Haffner al leer algunas declaraciones del diputado Joaquín Leguina, un hombre libre al que exaspera la deriva ovejil a la que parece condenado el mundo socialista madrileño.
Leguina es cántabro de buen decir y templado genio que no acierta a disimular la desazón que le provocan algunas de las improvisaciones de Zapatero . En relación conla Federación Socialista Madrileña, hace cuatro años impuso a Trinidad Jiménez como candidata a la alcaldía - que pinchó frente a Ruíz Gallardón -,después quiso poner a Bono y a Teresa Fernández de la Vega -que se resistieron-,y, al final ,le ha largado el "marrón" a Miguel Sebastián ,un economista cuyo entusiasmo por la encomienda recibida es perfectamente descriptible.
A la hora de confeccionar listas y designar personas Zapatero es más intervencionista (o caprichoso) de lo que en su dia fueron Felipe González o Alfonso Guerra. Leguina -que ganó a Ruíz Gallardón en la pugna por la presidencia de la Comunidad de Madrid- habría sido un buen candidato a la alcaldía de la capital. Desde luego, mucho mejor que Sebastián a quien los madrileños apenas conocen. Incluso podría haber sido el nuevo alcalde de Madrid quitándole a Gallardón la mayoría absoluta y gobernando en coalición con Izquierda Unida. Podría haber ocurrido todo eso, pero no ocurrirá. Entre otras razones porque Leguina es un hombre libre y ésa circunstancia se aviene mal con la peor de las servidumbres de partido :el culto a la personalidad del "líder".
Fermín Bocos.