MADRID 11 Sep. (ORT/PRESS) -
Primero en Durango, después en Castellón y ahora en Logroño. Tras la inmensa farsa que fue el llamado 'alto el fuego permanente', los terroristas de la ETA están intentado provocar una masacre. El coche-bomba que no llegó a explotar en la capital riojana estaba cebado con 80 kilos de explosivos; cien tenía el de Durango y otros tantos el que ellos mismos explosionaron en un olivar en Castellón al sospechar que habían sido descubiertos. Gran cantidad de explosivos transportaba también el coche que abandonaron precipitadamente hace un par de meses en las cercanías de Ayamonte, en Huelva. Todos estos hechos indican que la banda dispone de gran cantidad de explosivos y que sus pistoleros están decididos a utilizarlos para perpetrar un gran atentado.
Así las cosas, uno se pregunta qué estará pensando el presidente Rodríguez Zapatero, cuya ambigua y procelosa actuación durante la mal llamada tregua -prosiguieron los contactos con la banda a pesar del atentado del 30 de diciembre en Barajas en el que fueron asesinadas dos personas- sin duda permitió a los terroristas realizar con más comodidad el doble juego que ya habían practicado en ocasión de anteriores 'treguas-trampa'. Doble juego que en esencia consiste en mantener abierta una línea de interlocución con el Gobierno al tiempo que sus comandos se reorganizan aprovechando una cierta relajación en el estado de alerta que mantienen las fuerzas policiales.
A la vista está que los terroristas nunca tuvieron intención de dejar las armas y que han utilizado la tregua para ganar tiempo y reforzarse. La ceguera interesada que llevó al señor Zapatero y al ministro Pérez Rubalcaba a pasar de puntillas sobre el incesante goteo de acciones de las banda (robo de pistolas, explosivos y vehículos en el Sur de Francia), se ve ahora, a la luz de los tres intentos de atentado con coche-bomba, como una colosal ingenuidad. Por no decirlo de otra manera más desagradable y exacta.
Fermín Bocos