MADRID 27 Mar. (OTR/PRESS) -
Hacía tiempo, desde la última legislatura de Felipe González que no vivíamos en España un ambiente político tan enrarecido. Si por aquél entonces parecía ser el demonio de la impaciencia quien se había instalado en la cúpula del PP -"¡Váyase señor González¡" gritaba Aznar-, ahora debe ser el de la histeria quien tiene asiento en el sanedrín de Génova. Todos los días desayunan vinagre. Es verdad que Zapatero yerra haciendo inexplicadas y hasta inexplicables- por humillantes -concesiones al planeta paraterrorista de Batasuna, pero puestos a criticarlo, Rajoy, y, no digamos Acebes o Zaplana, parece que salen de la gruta de Patmos; siempre estamos a dos telediarios del fin del mundo. Sabido que todo exceso conduce a su contrario, tengo para mi que también yerran al exagerar y ése yerro nutre a Zapatero porque un discurso con tantos decibelios desasosiega más de lo que invita a reflexionar. Hay gente, votante tradicional de partidos de izquierda, que no está de acuerdo con la forma con la que Zapatero está intentando prolongar el llamado "proceso de paz" -el papelón de la Fiscalía en el "caso Otegi" será difícil de olvidar-, pero oír las cosas que dice el PP, es probable que les estimule a reconsiderar su actitud respecto del PSOE.
Zapatero gobierna más como el líder de un partido radical, no como el dirigente de un partido socialdemócrata. A Rajoy le pasa algo parecido, pero al revés: dice que es de centro pero el discurso que promueve cada día es más de derechas. Ninguno de los dos está en su sitio.
Fermín Bocos.