Publicado 12/11/2013 12:00

Fermín Bocos.- Wert, pabellón de quemados

MADRID 12 Nov. (OTR/PRESS) -

José Ignacio Wert, triministro (Educación, Cultura y Deportes), es el miembro peor valorado del Gobierno. Allá dónde va le aguarda un "comité de recepción " -megáfono incluido-, reclamando su dimisión.

El origen de su principal desgracia política hay que buscarlo en el rechazo suscitado por la LOMCE (Ley de Educación). Contra ella están todos los partidos del arco parlamentario, más el común de la asociaciones de estudiantes y docentes.

Pero, al hecho inicial: el "frente de rechazo" generado por este polémico proyecto, habría que sumar diversos factores ligados a la personalidad del ministro. Factores que han contribuido a crear una imagen de personaje que va sobrado por la vida. Wert es un caso que demuestra que la política es oficio que se complace en la paradoja: los más inteligentes suelen sucumbir por falta de los recursos y habilidades en los que se apoyan los listos para suplir sus limitaciones.

En un país como el nuestro en el que salvo raras excepciones se llega a ministro y a Presidente del Gobierno sin saber ni papa de inglés, resulta que Wert puede expresarse en siete idiomas. Licenciado en Derecho con premio extraordinario de fin de carrera, experto en Sociología y curtido en cien debates como tertuliano, a priori, parecía que cuando Mariano Rajoy (amigo personal), le nombró ministro, acertó al pensar que llegaba sobradamente preparado.

Más allá de lo envenenada que puede ser la cartera de Educación -campo de batalla partidista de lo que va quedando de ideología en este mundo cada vez más globalizado-, en un primer análisis, parecía persona idónea para proceder a la reforma de la normativa heredada de los gobiernos socialistas.

El principal reto era deconstruir Educación para la Ciudadanía, que para los populares era algo así como el catecismo laico zapaterista. Wert, sin salir a buscar consensos, sencillamente, se la cargó creyendo que con la mayoría parlamentaria popular era suficiente para sacar adelante su propio proyecto, la LOMCE. Ahí demostró, cosa sorprendente en un sociólogo, que no conocía la otra cara de la política. Se echó encima a todos los partidos de la oposición teniendo también problemas con algunos dirigentes autonómicos del PP.

La metedura de pata de los Erasmus ha sido la guinda. La mañana del mismo día en el que Rajoy y Sáenz de Santamaría le obligaron a rectificar, defendía la medida con energía. Desautorizado y aislado políticamente, a nadie habría sorprendido que renunciara a su encomienda. De hecho en Madrid se dice que en el Gobierno sólo cuenta con el apoyo de su amigo Mariano Rajoy.

No es poco. Aunque es evidente que le utiliza a la manera como señalaba Gracián: "tener escudos humanos en quienes recaiga la crítica por los desaciertos no obedece a incapacidad, como piensan los maliciosos, sino a depurada destreza". La única duda es cuánto tiempo podrá aguantar el ministro Wert en el pabellón de quemados.

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